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A ver, por dónde empiezo... Ah, sí! Pues mira, hace ya unos años, publiqué un libro que se llamaba "Moneyball", ¿vale? Iba sobre cómo los Oakland Athletics, un equipo de béisbol, pues eso, intentaban innovar en la manera de valorar a los jugadores y plantear las estrategias de juego. El tema es que no tenían mucha pasta, ¿sabes? No podían fichar a los cracks, así que tenían que buscarse la vida.
Entonces, empezaron a analizar datos históricos, datos nuevos, con la ayuda de gente que sabía de estadística. Y, bueno, descubrieron cosas que nadie más veía, ¿no? Empezaron a fichar jugadores que otros equipos descartaban o no valoraban bien, y claro, eso iba en contra de lo que se pensaba en el mundo del béisbol.
Después de que saliera el libro, algunos expertos, ya sabes, los más tradicionales, pues como que no les gustó mucho. Pero la mayoría de la gente, yo creo, vio lo interesante que era la historia. Se dieron cuenta de que si un equipo de béisbol, con gente muy bien pagada y supuestamente muy preparada, pues hacía mal las cosas, ¿qué pasaba en otros sitios? Si el mercado de jugadores de béisbol era así de ineficiente, ¿qué otros mercados lo serían? Si podíamos aplicar una nueva forma de análisis al béisbol, ¿en qué otros campos podríamos usarla?
Y, bueno, en los últimos años, la verdad es que la idea de "Moneyball" se ha utilizado mucho. He leído artículos sobre cómo aplicarla a la educación, al cine, a la sanidad, al golf, a la agricultura, a la edición de libros, ¡incluso a las campañas presidenciales y la gestión del gobierno! Un entrenador de fútbol americano hasta se quejó de si íbamos a poner a todos los jugadores a lo "Moneyball", imagínate. Hasta un cómico felicitó a unos legisladores por usar "Moneyball" para, digamos, ser más astutos al limitar el derecho a voto de algunos grupos.
Pero, ojo, que tampoco es que la gente se haya vuelto loca por los datos. Cuando estas ideas se usan para decisiones importantes y no dan resultados inmediatos, la gente se pone a criticar, cosa que no pasa tanto con los métodos tradicionales. Por ejemplo, los Boston Red Sox ganaron varios campeonatos después de copiar a los Oakland Athletics, pero luego, tras unos años malos, dijeron que volvían a confiar en la intuición de los expertos de béisbol.
Otro caso, un tío que se llamaba Nate Silver usó sus conocimientos de estadística del béisbol para predecir elecciones para un periódico, y le fue muy bien. Pero luego, cuando no acertó con la victoria de Donald Trump, pues la gente empezó a dudar de su método. ¡Incluso el propio periódico le criticó! Decían que la política es algo humano, que va más allá de la razón y que la información de primera mano es fundamental. Aunque, vamos a ser sinceros, ¡casi nadie predijo lo de Trump!
Yo creo que las críticas a los que intentan usar los datos para aprovecharse de las ineficiencias de un sector tienen algo de razón. Pero también es cierto que la gente siempre quiere tener un experto que lo sepa todo, aunque no siempre funcione. Es como el monstruo de las películas que siempre se resiste a morir, ¿no?
De todas las reacciones a mi libro, hubo una que me llamó mucho la atención. Fue un análisis de dos profesores de la Universidad de Chicago, un economista y un profesor de derecho. Publicaron un artículo en el que decían que sí, que era interesante cómo los Oakland Athletics, un equipo pequeño, podían competir con los grandes usando las ineficiencias del mercado. Pero que yo, el autor, no me daba cuenta de que esas ineficiencias tenían que ver con cómo funciona nuestra mente. Resulta que dos psicólogos israelíes, Daniel Kahneman y Amos Tversky, ya habían estudiado cómo los expertos de béisbol se equivocaban al juzgar a los jugadores. O sea, que lo que yo contaba en el libro ya se sabía desde hacía tiempo, pero nadie le había prestado mucha atención.
Y lo más curioso es que yo, en aquel momento, ni siquiera conocía a esos psicólogos, ¡y uno de ellos hasta había ganado el Premio Nobel de Economía! Yo no había pensado mucho en el tema desde el punto de vista psicológico. Para mí, las ineficiencias del mercado de jugadores se debían a cosas como dar demasiada importancia a la velocidad o no valorar lo suficiente la capacidad de un bateador de "caminar", de obtener una base por bolas. También pensaba que se valoraba menos a los jugadores gordos o feos, y más a los que eran delgados o guapos.
Todo eso me parecía interesante, pero no me había puesto a pensar de dónde venían esas ideas. ¿Por qué la gente pensaba así? Yo solo quería contar una historia sobre cómo funciona el mercado, sobre cómo se valora a los jugadores, bien o mal. Pero en realidad había otra historia oculta, una historia que yo no había contado, sobre cómo la mente influye en nuestros juicios y decisiones. ¿Cómo pensamos cuando tenemos que invertir, contratar a alguien, tomar una decisión importante? ¿Cómo procesamos la información, ya sea de un partido de béisbol, un informe financiero o una entrevista de trabajo? ¿Qué hace nuestro cerebro, incluso el de los expertos, para que cometamos errores que otros (los que confían en los datos) pueden aprovechar?
¿Y por qué esos dos psicólogos israelíes se habían interesado tanto por estos temas? ¿Qué les llevó a estudiar cómo funciona la mente cuando juzgamos a un jugador de béisbol, decidimos invertir o valoramos a un candidato a la presidencia? Y, por cierto, ¿por qué un psicólogo ganó el Premio Nobel de Economía? Pues, todo eso es lo que voy a intentar explicar en este podcast.