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A ver, a ver... ¿de qué vamos a hablar hoy? Ah, sí, esto es importante. Una pregunta que deberíamos hacernos todos, ¿eh? ¿Qué te diría tu yo de diez años si te viera hoy?
Hay un señor, Hank Behar, que me inspira un montón. Cuando me preguntan qué quiero ser de mayor, digo: ¡Quiero ser como Hank! Resulta que este señor vivía cerca de mis padres cuando yo era pequeño. A ver, en muchos sentidos es una persona normal y corriente, ¿sabes? No es que sea súper rico ni famoso ni nada de eso, pero la suma de todas esas cosas "normales" lo hacen... ¡extraordinario!
Pasó la mayor parte de su vida como guionista y director en Hollywood, y tiene un ingenio, ¡uff!, impresionante. Lleva casado con la misma mujer, Phyllis, que era una estrella de telenovelas, ¡glamurosísima!, por más de cincuenta años. Se conocieron en un rodaje, y como él dice, "de alguna manera la convencí de que saliera conmigo". ¡Imagínate! Tienen tres hijos, cuatro nietos y dos bisnietos. Además, Hank tiene una personalidad súper dulce y cariñosa, siempre con una broma autodespreciativa a flor de piel. Y ojo, que a pesar de su edad, ¡es súper activo! Él y Phyllis son de esos que se suben a un avión o se van de crucero por puro capricho, ¡eh! Buscando la aventura.
Pues bien, un día, Phyllis le preguntó a Hank qué quería para su nonagésimo cumpleaños. Noventa años, ¡eh! Los dos estaban bien de salud, así que ella pensó que le pediría unas vacaciones, una escapadita de fin de semana, o quizás una cena especial.
Pero, ¡oh sorpresa! Su respuesta la dejó alucinada: "Siempre he querido ver qué hacen esos genios en Harvard. Me gustaría pasar un día allí."
Y claro, como no son de los que se rinden ante nada, contactaron a mi padre, que es profesor en esa universidad desde hace muchísimos años. Él y otros profesores organizaron para que Hank asistiera a clases durante un día. ¡Su deseo de cumpleaños se hizo realidad! Unas semanas más tarde, Hank se levantó temprano, se puso unos pantalones bonitos, una camisa y un suéter, y hizo su peregrinación a Cambridge, Massachusetts, para pasar el día en Harvard.
Así que, ahí estaba este señor de noventa años, sentado en la primera fila de una clase introductoria de astronomía, rodeado de los jóvenes de dieciocho años más brillantes del mundo. Era un estudiante modelo, ¡eh! Llegó temprano, tomó apuntes e incluso hizo preguntas cuando no entendía algo. ¡Un crack!
Solo la imagen ya te saca una sonrisa, ¿verdad? Pero el día de Hank en Harvard es mucho más que una historia enternecedora. Tiene un montón de lecciones importantes y con base científica sobre cómo vivir una vida más saludable y plena hasta el final.
¿La verdadera fuente de la juventud? La curiosidad. ¡Es la base de una vida de Riqueza Mental! Y además, es algo que viene de fábrica, ¿eh? Literalmente nacemos con ella. Si tienes hijos o has pasado tiempo con niños, sabes de primera mano cómo es la curiosidad pura y sin límites. Los niños lo persiguen todo con una admiración total, sin filtros. La novedad despierta una fascinación por el mundo que parece imposible de contener. La curiosidad es como aprendemos sobre el mundo y cómo nos mantenemos vivos.
Y la ciencia lo confirma, ¿eh? Resulta que la curiosidad es buenísima para ti. ¡Es la verdadera fuente de la juventud! Un estudio de 2018 descubrió que los sistemas cerebrales que se activan con la curiosidad contribuyen a mantener la función cognitiva, la salud mental y la salud física con la edad. ¡Qué pasada! Además, la curiosidad se ha relacionado con mayores niveles de satisfacción vital y emociones positivas, y menores niveles de ansiedad. Nos mantiene más felices, más sanos y más realizados. Si la curiosidad fuera una pastilla, todas las farmacéuticas del mundo la llamarían súper droga y se pelearían por venderla.
La Riqueza Mental se basa en construir sobre esa base de curiosidad que te anima a buscar, explorar, cuestionar y aprender. Es a través de la curiosidad que emprendes el viaje para descubrir y vivir según tu propósito, desbloquear nuevas ideas y un crecimiento constante, y buscar el espacio necesario para pensar, resetearte, reflexionar sobre preguntas y recargarte.
Es difícil de explicar cómo, pero cuando persigues la vida con una curiosidad genuina, inspirada y casi infantil, suelen pasar cosas buenas, tanto a nivel personal como profesional.
Hay ejemplos del poder de la curiosidad por todas partes, ¿eh?
Los emprendedores que encuentran sus "grandes ideas" explorando a fondo nuevos mercados y modelos de negocio que les interesan.
Los jubilados que mantienen sus mentes activas aprendiendo idiomas nuevos que les llaman la atención.
Las personas que conocen a sus parejas yendo a eventos que les entusiasman.
Los CEO que atribuyen su éxito a largo plazo a un "Día de Pensar" regular (un día libre para reflexionar libremente sobre los mayores retos de la empresa).
Una cosa está clara: la suerte favorece a los curiosos.
Pero, ¡ojo! Esa curiosidad infantil con la que nacemos se va atrofiando poco a poco a lo largo de la vida adulta. La realidad se impone: la necesidad de mantenernos, el "ajetreo" de la vida, la urgencia de casi todo... y la curiosidad pasa a un segundo plano permanente.
Y esto no es solo una idea, ¿eh? Hay estudios que demuestran que la curiosidad intelectual y el grado de apertura a nuevas experiencias disminuyen con la edad, a partir de la adolescencia tardía y durante toda la edad adulta. Un grupo de investigadores argumenta que esta disminución se debe a una menor percepción del tiempo futuro, es decir, que a medida que envejeces, ves menos valor en actuar por curiosidad, ya que te beneficiará principalmente en un futuro que se acerca rápidamente.
Yo diría que esta disminución de la curiosidad relacionada con la edad es un rasgo evolutivo astuto, aunque obsoleto. La curiosidad te sirve en tus primeros años para aprender sobre el mundo; un ascenso rápido en la curva de aprendizaje es lo que te permite sobrevivir hasta la edad reproductiva en la naturaleza. Pero una vez que has descubierto cómo funciona tu mundo, esa misma curiosidad es más probable que te mate en tus últimos años si te empuja a explorar más allá de la seguridad de tus rutinas básicas. Por desgracia, en un mundo moderno donde pocos tenemos que preocuparnos por ser comidos por un león si nos da curiosidad un sonido en la maleza, creo que nuestra curiosidad menguante hace más daño que bien.
Una vida sin curiosidad es una vida sin el deseo de buscar, explorar y aprender, y carece de la textura creada por este deseo. Una vida sin curiosidad es una vida vacía, una vida de inmovilidad, una vida sin asombro.
Parafraseando a un amigo sobre el tema, dentro de cada persona de ochenta años hay un niño de diez preguntándose: ¿Qué demonios acaba de pasar?
Pero las semillas de ese sentimiento se siembran muchos años antes. Se siembran en tus veintes y treintas, cuando dejas de perseguir cualquier interés o hobby fuera de tu trabajo. Se siembran en tus cuarentas y cincuentas, cuando dejas de intentar entender el mundo y empiezas a decir: "Es que así son las cosas". Se siembran en tus sesentas y setentas, cuando dejas de aprender cosas nuevas porque ya no le ves ninguna utilidad.
La mayoría de la gente ha perdido el contacto con su niño interior de diez años, pero nunca es tarde para reconectar.
El viaje mental en el tiempo es un truco genial para la auto-reflexión. En su forma más simple, implica separarse del yo presente y entrar en una versión pasada o futura de uno mismo. Es una herramienta útil para crear gratitud: imagina lo asombrado que estaría tu yo más joven de lo que has logrado. Y te da perspectiva: imagina cuánto desearía tu yo más viejo estar donde estás hoy. En este caso, el viaje mental en el tiempo puede proporcionarnos una lente clara a través de la cual evaluar nuestra Riqueza Mental.
Así que, ¿qué te diría tu yo de diez años, híper-curioso, travieso, si te viera hoy?
¿Expresaría emoción por tu vigor para el viaje o resentimiento porque te conformaste con algo menos de lo que mereces?
¿Estaría impresionado por tu alegría por el crecimiento, el desarrollo y el aprendizaje continuos?
¿Se estremecería ante la ausencia de espacio, quietud y silencio en tu vida?
Tu yo de diez años te recordaría que te mantengas interesado en el mundo y que te diviertas un poco por el camino. Cuando la vida te arrastra hacia la monotonía de la edad adulta, debes luchar para mantener tu asombro por el universo.
Hank Behar cumplirá cien años dentro de poco. En su nonagésimo noveno cumpleaños, uno de sus nietos hizo un pequeño documental en el que siguió a Hank durante un día y le preguntó sobre sus secretos para una vida larga. El desayuno es café descafeinado con leche; arenque; Cheerios con leche desnatada, arándanos y un plátano; dos galletas con mermelada; y exactamente diez uvas; y después de que su mujer, Phyllis, le ayuda a pelar el plátano, se despide con un beso en la mejilla. Hank mira a la cámara y dice: "¿Cómo se llega a los noventa y nueve? Casándote con una buena mujer". Su naturaleza cariñosa y traviesa se hace evidente. Después del desayuno, se ve a Hank en su sillón reclinable, con el periódico en la mano, donde dice alegremente: "Leo el periódico todos los días. Me gusta saber lo que pasa, por supuesto: ¡quién, qué, cuándo y dónde!"
Espero que tenga muchos años de aprendizaje por delante, y espero que su historia os inspire a cada uno de vosotros a reconectar con vuestro niño interior. Supongo que hay muchas razones por las que le digo a la gente que quiero ser como Hank cuando crezca, pero una destaca por encima de las demás:
Hank ha construido una vida de abundante Riqueza Mental. Y eso, amigos, ¡es lo que importa! A darle caña a la curiosidad, ¡eh!