Chapter Content
Bueno, bueno... pues aquí vamos con los agradecimientos. Saben, el gran economista Albert O. Hirschman, un genio total, escribió una vez algo que me quedó grabado. Él decía que la creatividad siempre nos toma por sorpresa. O sea, que nunca podemos contar con ella, ¿me entienden? Y que ni siquiera nos atrevemos a creer que la tenemos hasta que, ¡puf!, ahí está. Dicho de otro modo, nunca nos embarcaríamos conscientemente en tareas que requieren creatividad sí o sí. Entonces, la única manera de realmente poner a funcionar esos recursos creativos es, según Hirschman, juzgando mal la tarea, ¿saben? Viéndola como algo más rutinario, simple, que no exige tanta creatividad. ¡Y resulta que no es así!
Y, miren, pensé mucho en esas palabras de Hirschman mientras escribía este libro. Al principio, mi idea era hacer como una actualización rápida y sencilla de un libro anterior, por su aniversario. Pensé: "Ah, esto va a ser pan comido". Pero, ¡madre mía!, a mitad de camino me di cuenta de que quería escribir un libro totalmente nuevo. Y, claro, puse en marcha mis "recursos creativos" solo porque, precisamente, juzgué mal la naturaleza de la tarea. Así que, gracias, Albert O., por, como siempre, explicar cómo funcionan realmente las cosas. Es que era tal cual, ¿eh? Tal cual.
También quiero agradecer a mi querido amigo Jacob Weisberg, que fue quien me sugirió que volviera a ese libro antiguo. ¡Gracias, Jacob!
Y después, bueno, tuve la ayuda de un montón de colegas generosos y perspicaces. Por ejemplo, Tali Emlen encontró un millón de cosas para mí. Tengo una manera, una forma abreviada, que uso en el asunto de mis correos electrónicos cuando le pido favores de investigación: "Poderes Mágicos". ¡Y Tali tiene poderes mágicos de verdad! Nina Lawrence me ayudó con cientos de entrevistas. Les juro que cuando veía a Nina asintiendo feliz al otro lado del vidrio del estudio, ¡sabía que estaba en el camino correcto! Adam Grant, Ben Naddaf-Hafrey, Eloise Lynton, Dave Wirtshafter, Mala Gaonkar y Charles Randolph leyeron los primeros borradores y me dieron comentarios súper útiles.
Asya Muchnick, mi editora, leyó el manuscrito tantas veces que empecé a temer por su salud mental, ja, ja, ja. Pero cada vez que lo hacía, el libro mejoraba. ¡Gracias, Asya! Jael Goldfine verificó todos los datos de manera brillante, y mi corrector de estilo, Allan Fallow, hizo que todo tuviera sentido. A la gente se le olvida eso, pero ¡qué importante es! Y tengo la misma agente que tenía cuando escribí aquel primer libro: Tina Bennett. Eres la mejor, Tina, de verdad. También quiero dar las gracias a todos mis compañeros, quienes aguantaron mis múltiples ausencias mientras escribía este libro.
Y sobre todo, sobre todo, gracias a mi familia: Kate, Edie y Daisy. Son por ustedes por lo que me levanto cada mañana y por lo que siento el sol incluso en los días más oscuros. De verdad, muchas gracias.