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Calculating...

A ver, a ver, ¿por dónde empiezo? Estaba pensando, ¿no?, en esas cosas que ojalá hubiera sabido antes, cuando tenía veintitantos, ¿sabes? Cosas sobre cómo llevarte con la gente, esas cosas que te hacen la vida más, no sé, más rica.

La felicidad, por ejemplo, no es una meta, es una dirección. Es cómo vas por la vida y con quién. Importa muchísimo con quién te rodeas, eso seguro.

Y es que, mira, la gente necesita amor, ¿no? Todos queremos eso, y la verdad es que casi siempre hay algo que amar en cada persona. A veces no lo damos o no lo aceptamos, por errores que cometemos, pero en el fondo, todos queremos lo mismo.

Incluso si no estás de acuerdo con alguien en política, eso no significa que no puedas tener una buena relación con esa persona. Se puede estar en desacuerdo y seguir siendo amigos, ¿sabes?

Hay una frase que me gusta mucho: la gente feliz ama a las personas, usa las cosas y respeta lo divino; la gente infeliz usa a las personas, ama las cosas y se adora a sí misma. Ahí lo dejo.

No vale la pena ser “especial” si eso te hace infeliz. Es como cuando la gente prefiere trabajar catorce horas en lugar de pasar una hora con sus hijos. No tiene sentido, ¿verdad?

Y hablando de relaciones, con tu pareja, no veas las discusiones como un “yo contra ti”, sino como un “nosotros”. Las parejas que mejor funcionan son las que juegan en el mismo equipo. Se ayudan, colaboran, en lugar de competir.

La felicidad no depende de cuánto dinero tienes, de si tienes una familia tradicional o de tus ideas políticas. Depende de que seas generoso con tu amor y de que te dejes amar.

Habla con gente diferente a ti. Lo más fácil es quedarte con tus amigos de siempre, donde todo es fácil y conocido. Pero lo mejor es salir de esa zona de confort y conocer otras ideas, otras formas de pensar. Te abre la mente, de verdad.

Piensa en las peleas como si fueran ejercicio. Al principio duele, claro, pero no tienes que tomártelo a mal si discutes de vez en cuando. Te hace más fuerte, sobre todo si lo haces con la intención de crecer, no de despreciar al otro.

Presta atención a tus relaciones. No dejes que se deterioren. Dedícales tiempo y esfuerzo, como si fueran tu trabajo o tu dinero.

Y cuando se trata de amor, piensa a largo plazo. Si solo piensas en el ahora, te metes en problemas.

Los que tienen éxito en la vida, se arriesgan a enamorarse, incluso cuando da miedo.

Di las cosas claras. Nadie, ni siquiera tu familia, puede leer tu mente.

No uses a tu familia como si fuera un cajero automático emocional. Si solo buscas ayuda y consejos de ellos, las relaciones se resienten.

Que la amistad sea un fin en sí mismo, no un escalón para otra cosa.

Los sentimientos se contagian. No seas tú quien propaga la tristeza.

Priorízate. Trabaja en tu propia felicidad antes de intentar ayudar a los demás. Parece más noble sacrificarte por otros, pero al final no funciona.

No te fijes solo en el aspecto físico o en el estatus de los demás. Que alguien tenga buen aspecto o un buen trabajo no garantiza que sea fiel o amable. Busca esas cualidades, son mucho más importantes.

Si piensas algo bonito de alguien, díselo.

Dile a tu pareja algo que aprecias de ella todos los días.

Si te da cosa hablar con alguien que te intimida, pregúntale qué es lo que más le entusiasma de lo que está haciendo ahora. Hazle preguntas y escucha con atención.

Cuando alguien lo está pasando mal, lo mejor que puedes hacer es decirle: “Estoy contigo”. Sé ese amigo que está ahí en los momentos difíciles.

Si tienes dudas sobre qué regalar a alguien, regala un libro que te guste mucho.

Lleva siempre contigo una libreta y un bolígrafo. Si alguien dice algo interesante, anótalo.

Nunca lleves la cuenta de nada. Si estás con amigos, paga tú la cuenta de vez en cuando. Al final todo se equilibra, si son buenos amigos. Andar midiendo quién paga qué es horrible.

Si tienes demasiados "amigos convenientes", no tendrás suficientes amigos de verdad.

Si estás a punto de hacer algo por un arrebato de emoción, espera 24 horas. Muchas relaciones se han roto por cosas que se han hecho en un momento de enfado. No caigas en esa trampa.

Hazle un cumplido a un desconocido todos los días. Dile que te gusta su camisa o sus zapatos, el corte de pelo, lo que sea. Pero no lo uses para entablar conversación, simplemente dilo y sigue tu camino.

Deja de intentar ser interesante y céntrate en ser interesado. Las personas interesadas prestan atención a las cosas para aprender más. Se abren al mundo, hacen buenas preguntas y observan. Si te interesas por las cosas, te volverás interesante.

Cuando tengas veinte o treinta años, haz cosas que te haga ilusión contarle a tus hijos algún día. Ve a una aventura, entrena para un evento loco, métete en un proyecto descabellado, lo que sea. Crea historias que valga la pena contar.

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