Chapter Content
A ver, a ver… ¿De qué les quería hablar hoy? Ah, sí, ¡ya me acordé! De una cosa súper interesante que se llama la Ley de Parkinson. A lo mejor ya la han escuchado, ¿no?
Básicamente, la idea es que el trabajo se expande para llenar el tiempo que le damos. O sea, si tienes todo el día para hacer algo, ¡lo vas a usar todo el día! aunque, en realidad, podrías haberlo hecho en mucho menos tiempo. Esta idea la propuso un señor inglés, Cyril Northcote Parkinson, en un artículo así como medio en broma, criticando la burocracia. Pero, la verdad, es que aplica para muchísimas cosas, desde cómo organizas tu tiempo personal hasta proyectos enormes.
Por ejemplo, imagínate que tienes todo el día para revisar tu correo. Pues, te pasas el día contestando mails, ¿no? Pero si tienes solo media hora, ¡uff! le das una pasada rapidísima a la bandeja de entrada y lo dejas todo listo. O, otro ejemplo, si tienes meses para terminar un trabajo, pues… ¡lo dejas para el final! Procrastinas y al final te lleva meses. Pero si tienes solo dos días, te pones las pilas y lo sacas adelante. ¡Es increíble!
El caso es que cuando no tienes un tiempo límite, al final estás haciendo un montón de cosas, pero sin avanzar mucho. Es como estar en un balancín, te mueves mucho, pero no llegas a ningún lado. Nos volvemos más eficientes cuando tenemos presión, cuando el tiempo nos apura. Y también nos enfocamos más en lo importante.
Entonces, ¿cómo podemos usar esta Ley de Parkinson a nuestro favor? Pues, hay varias formas. Primero, puedes crear bloques de tiempo más cortos de lo que te gustaría para esas tareas que no son tan importantes, pero que tienes que hacer. Así te obligas a no procrastinar y liberas tiempo para las cosas que realmente valen la pena.
Otra cosa que puedes hacer es revisar tu correo en bloques de tiempo definidos y cortitos. No estés todo el día mirando el correo, porque eso te distrae y nunca terminas de concentrarte en nada. Mejor, dedícale ratitos cortos y ya.
Y también, puedes acortar las reuniones. En lugar de una hora, programa reuniones de veinticinco minutos. Así la gente va al grano, se evitan las charlas sin sentido y, además, tienes cinco minutos para respirar entre reunión y reunión.
Para los proyectos grandes, funciona muy bien trabajar en bloques de tiempo enfocados, de una a tres horas. Te pones un temporizador, te concentras al máximo y, después, descansas. Empieza con una hora y ve subiendo poco a poco. La presión del tiempo te hace más eficiente y los descansos te ayudan a recargar las pilas.
Y hasta para las tareas de la casa que nos dan tanta pereza, como ordenar, lavar la ropa, fregar los platos… ¡hazlo por bloques! Es más efectivo concentrarte en eso durante un rato que estar dando vueltas y alargando la tarea.
Yo, por ejemplo, uso esta ley en mi calendario. Las primeras tres horas de mi día, de cinco a ocho de la mañana, las dedico a mi proyecto creativo más importante. En este momento, ¡escribir un libro! El tener ese tiempo limitado me ayuda a concentrarme y a ser mucho más productivo.
Porque, a ver, si te pones a trabajar sin un horario fijo, al final encuentras formas de perder el tiempo. Trabajas más horas, pero haces menos. Como dice un emprendedor que admiro, Naval Ravikant, lo mejor es trabajar como un león: Corres, descansas, y repites.
Así que ya saben, usen la Ley de Parkinson para ser más eficientes, estar más enfocados y, al final, llevar una vida más sana. ¡Inténtenlo y me cuentan!