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Calculating...

A ver, a ver, déjame te cuento algo que me ha estado rondando la cabeza últimamente... Tiene que ver con la creatividad, con eso de tener ideas originales, ¿no? Y es que, mira, según un tal Graham Wallas, que fue de los que fundaron la London School of Economics, las ideas creativas nacen como en cuatro etapas, ¿sabes? Primero te preparas, luego lo dejas ahí incubando, después ¡pum!, la iluminación, y al final verificas que la idea sirva para algo.

Y fíjate, un ejemplo buenísimo de esto lo cuenta Kazuo Ishiguro, el que ganó el Nobel. Él dice que escribió su novela "Lo que queda del día" ¡en solo cuatro semanas! Lo fuerte no es solo lo rápido que lo hizo, sino cómo su cabeza funcionó antes de ponerse a escribir. Primero, se empapó de todo sobre la época y los personajes. Dice que leyó un montón de libros sobre sirvientes británicos, sobre política, sobre la época entre guerras… O sea, a tope de energía, concentradísimo en el tema.

Luego, lo dejó todo aparcado. Se dedicó a salir, a socializar, casi un año entero. No estaba pensando activamente en la novela, ¿eh? Pero las ideas estaban ahí, ¡marinando en su subconsciente! Y después, se encerró en casa y se metió de lleno en el mundo de su novela. Escribió a toda pastilla, con una energía que no veas, tanto que escribió escenas que no valían para nada, ¡pero también tuvo ideas geniales! En esa etapa, él mismo decía que su mundo de ficción era más real que el real. Se olvidó del mundo exterior y se metió de lleno en "Darlington Hall", que era donde pasaba todo en su novela. Y así, después de esas cuatro semanas a tope, salió "Lo que queda del día". ¡Increíble!

Y es que, ya sea que estés intentando resolver un problema complicado, que se te ocurra una idea nueva o que estés escribiendo una novela, tu mente tiene un proceso, una meta. Tu meta es como cazar esa idea o esa solución. Y para lograrlo, a veces tienes que abrir tu mente a detalles que al principio no parecen importantes. Si te enfocas demasiado en tu objetivo, te vuelves menos aventurero, tu pensamiento se estrecha.

A ver, te lo explico mejor... En esos estados de energía más baja, estás tranquilo, relajado. Puedes concentrarte si quieres, pero también puedes dejar que tu mente divague. Si dejas que tu atención se vaya por ahí, sin rumbo fijo, le das chance a tu subconsciente de que trabaje, de que incube tus ideas y te dé esa iluminación que buscas. Este estado mental, así como medio soñador, es perfecto para la creatividad espontánea. Si te llega una idea así de repente, ¡pum!, la aprovechas y te concentras en ella. Dejar que tu atención se aleje un poco también te permite ver el panorama completo y tener una perspectiva diferente.

Por eso es que muchas veces las ideas geniales te llegan cuando estás haciendo cosas que te mantienen alerta pero que no te absorben por completo. ¿Entiendes? La gente tiene ideas en la ducha, paseando, lavando los platos… pero casi nunca en una reunión importante o trabajando a tope con una fecha límite. ¡Qué curioso!

En cambio, cuando tu mente está más despierta y activa, tu atención es más amplia, como un radar que capta detalles que antes no veías. Soluciones que estaban ahí, escondidas, de repente ¡aparecen! Estás más abierto a nuevas ideas, a dejar atrás lo viejo y abrazar lo nuevo. Piensas de manera más lateral, te saltas las reglas, aprendes cosas nuevas rapidísimo. Y una vez que tienes esas ideas, ahí sí, te concentras y las analizas a fondo para ver si valen la pena.

Ahora, para pensar así, sin límites, necesitas sentirte libre. Si te enfocas demasiado en tu objetivo, o si tienes miedo de que te critiquen por tener ideas raras, tu capacidad de pensar diferente se reduce. ¡Incluso sentirte físicamente atrapado te bloquea! Dicen que si subes el techo de una habitación solo un poquito, la gente piensa de manera más expansiva. Por eso caminar o correr al aire libre, donde el techo es el cielo, te ayuda a desbloquear tu mente y a tener ideas nuevas.

Y es que, mira, pensar de forma innovadora implica encontrar conexiones entre cosas que parecen no tener nada que ver. Como el inventor japonés de las máquinas para envolver paraguas en plástico. ¿Las has visto? Están por todos lados en Asia. Pues a él se le ocurrió la idea viendo un calzador. Un calzador y un paraguas no se parecen en nada, ¿verdad? Pero su mente creativa los conectó: meter un paraguas en una bolsa es como meter el pie en un zapato que no quiere entrar. Y luego, para que la bolsa de plástico se abriera fácilmente, se inspiró en los sobres: al abrir un sobre, un borde está más alto que el otro, y eso te permite meter la carta sin problema. Pues lo mismo: hizo la abertura de la bolsa asimétrica para que el paraguas entrara fácil.

Es que la clave está en enfocarse en varias cosas a la vez. Cuantos más "ingredientes" tengas a tu disposición, más fácil es crear algo nuevo. Imagínate que tienes que preparar la cena con lo que encuentres en la cocina. Cuanta más variedad de cosas tengas, más fácil será que se te ocurra una receta espectacular, ¿no?

Y bueno, te cuento otro ejemplo buenísimo. En la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos le encargó a un grupo de investigadores que encontraran dónde poner refuerzos en los aviones de combate. Al principio, los investigadores se fijaron en los aviones que volvían y vieron dónde tenían más agujeros de bala. Pensaron que esas eran las zonas que necesitaban más protección. Pero un matemático llamado Abraham Wald les dijo que eso estaba mal. Les propuso que se fijaran en los aviones que no habían vuelto. ¿Qué tal si los aviones con agujeros de bala habían podido regresar justo porque los agujeros estaban en zonas que no eran vitales? Entonces se dieron cuenta de que las zonas que necesitaban refuerzo eran las que no tenían agujeros en los aviones que habían regresado. ¡Qué idea tan brillante!

Así que ya sabes, si quieres tener ideas innovadoras, abre tu mente, salte de la rutina, y no te enfoques tanto en el resultado final.

Además, ¡juega! ¿Sabes? Un actor británico, John Cleese, contaba que cuando Alfred Hitchcock se bloqueaba al escribir un guion, simplemente se ponía a contar una historia que no tenía nada que ver con el trabajo. Al principio, los otros guionistas se enfadaban, pero luego se dieron cuenta de que el objetivo era liberar la presión. La idea siempre aparecía cuando la presión desaparecía.

En fin, la creatividad es casi imposible cuando estás bajo presión, cuando te da miedo equivocarte, cuando hay competencia o tensión. Las ideas florecen cuando tu cerebro está relajado, haciendo lo que le gusta, explorando caminos nuevos sin miedo a equivocarse. El juego es perfecto para eso. Tu mente se relaja, experimenta sin preocupaciones, como un niño.

Además, el juego tiene muchas cosas en común con las formas de trabajar que te he contado antes. Primero, te motiva de forma natural, por curiosidad, por placer. Segundo, te puede meter en un estado de concentración total. Y tercero, le añade diversión al trabajo.

Mira, otra cosa importante es el entorno. Los laboratorios Bell, donde trabajaba Claude Shannon, fueron un lugar increíble para la creatividad. Ahí se inventaron el transistor, el láser, el chip, la célula fotovoltaica... Tenían a los mejores talentos, pero también crearon un ambiente perfecto para que las ideas florecieran. El director de los laboratorios, Mervin Joe Kelly, creía que las ideas nacen en la mente de una sola persona, así que se dedicó a crear el ecosistema ideal para que esas ideas surgieran. Veía la investigación como un tesoro, una zona donde los investigadores podían trabajar a su propio ritmo, sin presiones ni fechas límite. Los proyectos estaban financiados, el salario no dependía de la investigación, y no había que demostrar resultados a corto plazo.

La distribución de los laboratorios también ayudaba. Si querías concentrarte, te encerrabas en tu oficina. Pero si te atascabas o necesitabas inspiración, podías darte una vuelta por el pasillo, donde te encontrabas con otros investigadores, veías otros laboratorios... ¡Y así surgían las ideas! También había un comedor común donde todos socializaban. Y el ambiente era tan libre que los investigadores podían expresar sus intereses más raros. ¡Hay una foto de Shannon montando en monociclo por el pasillo!

Los laboratorios Bell eran como un invernadero para las ideas. En lugar de plantas raras, tenían a los mejores investigadores. En lugar de nutrientes, les daban motivación, libertad creativa y un ambiente de colaboración. ¡Y así las ideas crecían y se convertían en soluciones increíbles!

Ahora, este modelo es difícil de aplicar en todas las empresas. Pero una opción es tener un equipo de creatividad rotatorio, donde cada empleado pasa un tiempo trabajando en un problema en un ambiente como el de los laboratorios Bell, con incentivos, pero sin presiones ni plazos. Los jefes explican el problema, dan los recursos, ¡y dejan que los empleados hagan su magia!

Es que los problemas de hoy en día son muy cambiantes, los objetivos cambian constantemente. Un problema que conoces bien se puede convertir en algo totalmente nuevo de la noche a la mañana. Así que la solución que estás buscando se puede quedar obsoleta muy rápido.

Por eso, si disfrutas del proceso de resolver el problema, sin pensar tanto en el resultado, es más probable que mantengas la motivación para seguir adelante. Si no, te frustras porque los objetivos cambian y te sientes perdido. Cuando disfrutas del proceso, los cambios y los obstáculos se convierten en algo interesante y divertido. Esa motivación te ayuda a entrar en un estado de alta energía, y ese estado te da acceso a las habilidades que necesitas para resolver este tipo de problemas: te permite concentrarte y ser flexible al mismo tiempo, para adaptarte a los cambios rápidamente.

Y es que hay dos tipos de inteligencia que te ayudan a resolver problemas. Si el problema se parece a algo que ya has visto, usas la inteligencia cristalizada: usas los conocimientos y las habilidades que ya tienes. Pero si el problema es totalmente nuevo, usas la inteligencia fluida: usas la lógica, la experimentación y el razonamiento.

Estar concentrado te ayuda con la inteligencia cristalizada, porque te permite enfocarte en la información que ya tienes. Y si te activas un poco más, entras en un estado de alta energía que te prepara para la inteligencia fluida. Tu cerebro se vuelve más flexible y aprendes más rápido, amplías tu perspectiva y piensas de forma innovadora. Cuando estás en territorio desconocido, necesitas motivación para explorar, atención para ver los detalles ocultos y flexibilidad para cambiar las reglas rápidamente.

Así que, ya sabes, a medida que las máquinas hagan más trabajo que antes hacían los humanos, la inteligencia fluida será cada vez más importante. ¡Sobre todo en un mundo donde la tecnología cambia tan rápido que los problemas son siempre nuevos!

A ver, te doy una idea de cómo puedes resolver problemas de forma creativa. Es como un viaje, en el que vas pasando por diferentes estados mentales, cada uno con sus herramientas para cada etapa. Este viaje requiere cambios de velocidad, concentración y dispersión, y un ir y venir entre el mundo exterior y el interior.

Lo primero es despejar la mente. El estado mental ideal para esto es estar relajado, donde tu atención está tan débil que no se enfoca en nada por mucho tiempo. Es como cuando te levantas por la mañana o cuando te acuestas por la noche: esos son los momentos en los que es más fácil tener ideas creativas.

Después, tienes que definir bien lo que quieres lograr y reducir el problema a lo esencial. Cada detalle innecesario te distrae. Para esto, tienes que concentrarte en el centro del problema. Esto es mejor hacerlo cuando estás activo, así que si estás relajado, puedes hacer algo que te active, como escuchar música rápida o hacer ejercicio, y luego relajarte un poco antes de empezar.

Y luego, tienes que decidir cuándo pensar de forma pasiva y cuándo de forma activa. Si te bloqueas y no ves la salida, puedes relajarte un poco y dejar que tu mente divague. En ese estado, tu atención se enfoca y se dispersa a la vez, tu perspectiva se amplía y tu subconsciente te echa una mano. Como sigues activo, puedes aprovechar las ideas que te lleguen. Puedes darte una vuelta o hacer algo que no te obligue a pensar. Y si quieres hacer una lluvia de ideas o seguir una cadena de pensamientos, necesitas estar activo. Hacer un poco de ejercicio te puede ayudar a activarte. Y si te encuentras con obstáculos imposibles, lo mejor es dejar el trabajo por completo, dejar que tu subconsciente trabaje en el problema, y volver a él cuando estés descansado.

Y otra cosa, si te resulta más fácil hacer otra actividad creativa que la que estás haciendo, hazla, porque eso te prepara la mente para tu tarea creativa específica. La esposa de Albert Einstein decía que cuando él estaba atascado con un problema, salía de su estudio, se sentaba al piano, tocaba algunas notas y volvía a su problema. La música parecía desbloquearlo y le daba ideas que apuntaba rápidamente antes de volver a su estudio. ¡Qué curioso, ¿no?

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