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A ver, a ver... por dónde empiezo... Bueno, pues resulta que estamos en un mundo donde todo cambia, ¿no? A veces poquito, a veces un montón. Y cada cambio, por pequeño que sea, pues te deja ahí un hueco en el conocimiento, que tu cerebro, hala, a rellenar aprendiendo. El tema es que ahora estamos en una época... uf... sin precedentes, donde los cambios van más rápido de lo que podemos aprender. ¡Imagínate!
Hay un tío, Thomas Friedman, que contaba que el CEO de Google X, un tal Eric "Astro" Teller, le explicó que el avance tecnológico va a una velocidad que la capacidad humana para adaptarse no puede seguir. ¡Pum! Lo dibujó con dos líneas en una gráfica. Una línea suave, con poquita pendiente, era la capacidad de adaptación humana. Y luego, otra línea, que empezaba por debajo, subía, se cruzaba con la primera y, ¡zas!, para arriba, pero a lo bestia. Esa era la tecnología.
Según este Teller, ya pasamos ese punto de cruce. Ahora, la tecnología va como un cohete y, de repente, nos encontramos con cosas nuevas, productos nuevos, ideas nuevas, información nueva, problemas nuevos... ¡a toda leche! Antes, con lo que aprendías en el colegio y en la universidad, tenías para toda la vida. Ahora, en unos pocos años, se te queda obsoleto. Yo lo he visto en mi profesión, como cirujano de ojos. Cuando yo hice los exámenes para licenciarme, ni siquiera existía una técnica que se llama tomografía de coherencia óptica, OCT. Y ahora, ¡es fundamental! Es como si un neumólogo no supiera leer una radiografía de tórax, ¿sabes?
Así que, para no quedarnos atrás, tenemos que estar aprendiendo y actualizándonos constantemente. La diferencia entre el éxito y el fracaso, según Friedman, ya no va a depender de lo que estudiaste, sino de tu capacidad para seguir aprendiendo después de la universidad. Va a ser una selección natural, vamos, los que aprendan bien van a triunfar y los que no, pues... la motivación va a ser más importante que nunca.
Aprender con la ayuda de la inteligencia artificial va a ser como estudiar para un examen que cambia el temario constantemente. Siempre vas a tener un objetivo, pero ese objetivo va a estar cambiando sin parar. A veces será aprender una nueva habilidad, otras veces información nueva, y otras, conceptos e ideas complejas. Y lo importante es saber cómo cambiar de marcha para cada tipo de aprendizaje.
Mira, una cosa curiosa de esta época es que no solo nosotros tenemos que aprender, ¡las herramientas también! Muchas tecnologías de IA mejoran solas, aprendiendo sin parar. Y si aprenden más rápido que tú, pues cambian más rápido de lo que puedes aprender a usarlas. Los modelos de lenguaje grandes son un ejemplo. Si sale uno nuevo antes de que hayas dominado el anterior, pues no te queda otra que olvidarte de lo tradicional y lanzarte a aprender sobre la marcha.
Ya te conté que esa tensión incómoda que sientes cuando te enfrentas a lo desconocido es tu red neuronal en marcha, liberando noradrenalina. Pero acuérdate, esa noradrenalina es la que te ayuda a aprender. Así que, esa incomodidad que sientes cuando tienes que enfrentarte a algo nuevo es una señal de que tu cerebro está optimizando su capacidad para aprender.
Si tienes demasiada incertidumbre, esa incomodidad se vuelve excesiva y tu cerebro se bloquea, y ahí no puedes aprender nada. Pero si te mantienes en esa zona de alta energía, sin bloquearte, tu capacidad para aprender sobre la marcha aumenta un montón.
Un amigo, FZ, que ahora es alto ejecutivo en una empresa tecnológica, me contaba que cuando empezó como ingeniero de software, todo le parecía nuevo y desconocido: el sistema, las bibliotecas, los diseños... Le daba miedo modificar el código sin entenderlo del todo, y avanzaba muy lento. A las tres semanas, su jefe le echó la bronca por no aportar nada. Desesperado, FZ optó por lanzarse a la piscina, aunque no supiera nadar. Se metió en el código y empezó por una parte que le resultaba menos desconocida, e hizo un pequeño cambio. El código no se rompió. Se sintió un poco más valiente, y lo hizo otra vez, esta vez en una zona un poco más desconocida. Y otra vez, nada se rompió. Siguió así, cogiendo velocidad con cada nuevo reto. Ahora dice que aprendió más rápido que si se hubiera puesto a leer todos los documentos y a estudiar el código antes de empezar.
Otro amigo, GK, que es directivo en un banco de inversión, me contó una historia parecida. Cuando empezó a ser directivo, le asignaron un proyecto que estaba totalmente fuera de su campo. Además, tenía un equipo nuevo que todavía no confiaba en él. No le quedó otra que lanzarse a la piscina. Primero buscó aspectos del proyecto que se parecían a los que ya conocía: recopilación de datos, gestión de personas, comunicación... y fue abordando cada uno de esos aspectos, poco a poco. Ese sentimiento de progreso le dio confianza para adentrarse en zonas más desconocidas, y poco a poco fue ampliando su base de conocimientos. Me dijo: "Es mucho mejor empezar por donde tus habilidades se superponen más y crecer en las otras áreas mientras vas teniendo sensación de logro, aunque no sea lo más eficiente".
En la era de la inteligencia artificial, cuando tus herramientas aprenden más rápido que tú, aprender a lanzarte a lo desconocido, y sentirte cómodo haciéndolo, va a ser una habilidad invaluable. Puedes aplicar esa habilidad a cualquier situación y a cualquier tipo de trabajo. Y si lo haces sin miedo, te dará una gran ventaja.
Ahora, hablemos de aprender información. La mecánica del aprendizaje consiste en capturar la información que necesitas y guardarla en una especie de estantería temporal, hasta que se archive en la memoria a largo plazo.
Gestionar tu atención es fundamental para aprender. No puedes asimilar información si no estás prestando atención. Por eso, aprender datos, conceptos e información es más fácil en ese estado mental relajado, pero atento.
Una vez que tienes la información en esa estantería temporal, tienes que tener cuidado de no distraerte con cosas nuevas, datos o ideas más interesantes, porque pueden echar a la información original. Dirigir tu atención brevemente hacia dentro, justo después de aprender algo, puede reducir ese riesgo y ayudarte a recordar lo que has aprendido. Por eso, caminar, que evita que tu atención se quede pegada a algo, puede ayudarte a aprender vocabulario u otra información.
Un poco más tarde, una vez que ha pasado el riesgo de "expulsión", dirigir tu atención a cosas que te activen puede ayudarte a afianzar ese conocimiento. Esto puede funcionar aumentando la noradrenalina, que ayuda al aprendizaje. En un experimento, unas personas tenían que aprender una lista de palabras. Los que vieron un vídeo estimulante después recordaron más palabras al día siguiente que los que no lo vieron. En otro experimento, estudiantes que vieron un vídeo emocionante después de una clase de psicología sacaron mejores notas en el examen dos semanas después que los que no lo vieron.
Ah, y el ejercicio. Un equipo de investigación francés demostró que el cerebro no puede depender solo del azúcar, o glucosa, para funcionar cuando tiene que procesar mucha información. Necesita otro tipo de combustible: el lactato. Una forma en que el ejercicio ayuda al rendimiento mental es aumentando temporalmente los niveles de lactato en el cuerpo, que luego llega al cerebro.
El ejercicio ayuda a tu cerebro a aprender y a guardar información de muchas maneras, pero muchas de esas rutas son complejas, no son directas, y se activan de forma diferente según el tipo de ejercicio. Por eso, es difícil predecir exactamente qué efecto tendrá una sola sesión de ejercicio en un aprendizaje concreto.
Por ejemplo, en un estudio, unas personas tenían que memorizar la ubicación de unas imágenes en una pantalla. Los que hicieron ejercicio cuatro horas después de ver las imágenes recordaban mejor la información dos días después que los que no hicieron ejercicio o los que hicieron ejercicio justo después. En otro estudio, dos series de tres minutos de sprints, quince minutos antes de aprender vocabulario, mejoraron la velocidad de aprendizaje en un 20%. Curiosamente, correr a un ritmo menos intenso durante cuarenta minutos no tuvo ningún efecto.
El ejercicio mejora el aprendizaje porque te activa y libera noradrenalina. Puedes usar ese efecto para entrar en un estado mental de alta energía donde aprendes más rápido. Pero si te pasas con el ejercicio, puedes acabar tan cansado que te bloqueas, y ahí el aprendizaje no es tan bueno. El efecto final del ejercicio dependerá de lo cansado que te sientas, de tu energía inicial y de lo complicado que sea lo que estás aprendiendo.
Si estás haciendo ejercicio mientras aprendes, el ejercicio solo te ayudará si es suave, como caminar, porque te mantiene activo, pero relajado. En un experimento, hacer bici suave solo ayudó a las personas que tenían un rendimiento bajo al principio.
Y ahora, hablemos de aprender conceptos e ideas complejas. Si aprender información simple es como colocar un libro en una estantería, aprender conceptos complejos es como colocar un libro en un lugar específico de una biblioteca enorme cuyo contenido y configuración cambian constantemente. Tu mente tiene que encajar las ideas nuevas en la red dinámica de conocimiento que ya tienes, y eso requiere moverse con agilidad. Habrá momentos de concentración profunda y momentos en los que tendrás que relajar tu atención y explorar ideas periféricas, dando vueltas o conectando puntos con curiosidad. Otras veces, dirigirás tu atención hacia dentro, hacia tu mente, mientras reorganizas tu biblioteca mental. Dar un paseo es una forma de hacerlo. Hay muchas historias de personas que pasan horas intentando entender un concepto y, de repente, lo entienden durante un paseo largo.
¿Te acuerdas de la última vez que te sentiste impactado por algo, ya fuera bueno o malo? Cuando te dieron una noticia terrible o te emocionaste mucho por algo, seguro que recuerdas todos los detalles de la escena, de una forma que no lo harías si el contexto hubiera sido normal. Ese tipo de recuerdo, donde recuerdas momentos casi de forma visceral y recuerdas detalles de escenas, sensaciones y olores relacionados con la emoción, se forja en un estado mental de bloqueo. No puedes aprender nada que requiera pensar y concentrarse en ese estado mental. Para eso, necesitas estar activo, pero relajado. Por ejemplo, en un recuerdo intenso de tu examen final de matemáticas en el colegio, puede que no recuerdes las preguntas del examen, pero seguro que recuerdas el olor de la sala donde hiciste el examen.
Las emociones pueden ayudar al aprendizaje, haciendo que lo que estás intentando aprender destaque en tu mente. Un grupo de investigación de Nueva York demostró que dar un significado emocional a frases que, de otro modo, serían neutras, mejoraba la capacidad de aprender las frases al pie de la letra. Pero acuérdate, si estás aprendiendo información o conceptos, las emociones no deben sacarte de ese estado mental activo, pero relajado. Solo los recuerdos intensos son posibles cuando no puedes pensar con claridad por culpa de la agitación emocional.