Chapter Content
Vale, vale, a ver... Capítulo dieciséis... cómo ponernos en sintonía. Me acuerdo cuando Brett, mi marido, ¿eh?, sugirió que nos lanzáramos los anillos el día de nuestra boda. Yo le miré, vamos, con la cara de póker total, ¿no?
Él decía, "¡Sería genial! ¡Podríamos coger nuestros propios anillos a la vez!". A ver, la verdad es que no era algo totalmente nuevo, porque a Brett le encanta tirarme las llaves del coche cuando salgo, o lanzarme una naranja desde la otra punta de la cocina cuando digo que me apetece picar algo. Y claro, para pillar esos objetos voladores, pues tienes que saber que te los va a tirar, anticiparte a su movimiento, y poner la mano en el sitio justo. Cuando consigo coger las llaves o la naranja, pues él se siente como si estuviéramos conectados, ¿sabes? Anticipándonos y respondiendo a las necesidades del otro. ¿Pero anillos de boda? ¡Anda ya! Me parecía bastante complicado practicar lo suficiente antes de la boda, y además, ¿no sería como empezar con mal pie si fallábamos?
En ese momento, la verdad, me hizo gracia que a Brett le gustasen tanto esas demostraciones físicas de sincronía, pero no le di más vueltas... aparte de que, obviamente, no íbamos a hacer el numerito de los anillos. Lo que sí que no había pensado es en el tema desde un punto de vista neurocientífico, pero resulta que en los últimos años ha habido un montón de investigaciones al respecto. De hecho, parece ser que la idea de Brett de empezar nuestro matrimonio así no era tan descabellada: cuando el cerebro y el cuerpo de la gente están más sincronizados, pues se entienden mejor.
Y resulta que no somos los únicos, ¿eh? Algunos animales también lo hacen. Por ejemplo, el neurocientífico Michael Yartsev tiene una especie de "batcueva" en la Universidad de California en Berkeley, donde viven como trescientos murciélagos, todos juntitos como adolescentes en un baile de instituto. En la naturaleza, los murciélagos son súper sociales, usan un sistema de comunicación vocal bastante complejo, colaboran para construir sus refugios y se amontonan para dormir. Como nosotros, se pelean por la comida, el espacio y las parejas, pero también mantienen relaciones a largo plazo. En el laboratorio, cuando sueltan a un par de murciélagos en una sala de vuelo, pues suelen pasar tiempo juntos y tienden a estar activos y descansar a las mismas horas. Y lo más interesante es que cuando el equipo de Yartsev rastreó la actividad cerebral, las vocalizaciones, los patrones de vuelo y el comportamiento de esas parejas de murciélagos, descubrieron que, según socializaban, sus patrones de actividad cerebral se sincronizaban de forma increíble. Cuanto más interactuaban, más se sincronizaban sus cerebros, y cuanto más se sincronizaban, más socializaban. En cambio, cuando soltaban a los murciélagos en habitaciones separadas, pues no había ninguna correlación en su actividad cerebral. O sea, que la sincronía cerebral que observaron no era solo por estar activos o dormidos al mismo tiempo, sino que tenía que ver con la interacción social.
A lo mejor piensas que, si te juntaran con alguien al azar durante unas horas, pues habría gente con la que te sentirías en sintonía de forma natural y otra con la que preferirías no estar en la misma sala. Pues resulta que, igual que los murciélagos, el cerebro humano también se sincroniza con el de los demás durante las interacciones sociales. Y las últimas investigaciones sugieren que esa sincronía cerebral podría ser el punto de partida para una comunicación exitosa.
Piensa en alguna vez que alguien te explicó una idea y te encajó a la perfección, o en alguna vez que un amigo te entendió de una forma profunda. O a lo mejor has trabajado en un equipo que era genial anticipándose a los movimientos de los demás y coordinándose sin problemas, o has bailado con una pareja y sentías que os movíais como uno solo. Si te has encontrado alguna vez con un amigo, un familiar o tu pareja y podías terminar sus frases, o si se giraban hacia ti justo cuando ibas a hacer un comentario, seguro que has pensado, "nuestros cerebros funcionan igual". ¡Y a veces es verdad! Resulta que la idea de estar "en sintonía" es algo más que una metáfora, y va más allá de coordinar nuestros movimientos. Entenderse suele implicar que el cerebro de dos (o más) personas está haciendo físicamente lo mismo, reflejando las subidas y bajadas del otro, o al menos coordinándose de forma que se puedan predecir las señales cerebrales de una persona a partir de las de otra. Y como los murciélagos en la sala de vuelo, la sincronía cerebral en humanos es una de las bases para aprender de los demás. En general, la coordinación entre cerebros (que incluye la sincronía) parece ser un fundamento importante para la comunicación e interacción social.
En cierto modo, esto no debería sorprendernos, ¿eh? Seguro que te sientes "en sintonía" con la gente más cercana, porque estáis de acuerdo en muchas cosas o tenéis puntos de vista similares. Y parte de esto puede venir del proceso de activación sincronizada del sistema de relevancia social.
Pero también hay investigaciones que sugieren que podemos tener más control sobre la creación de conexiones y la sincronía, incluso con gente que no hemos visto en la vida. Y esto nos puede ayudar a superar la idea de que conectamos de forma natural con algunas personas y con otras no, que algunas personas "nos entienden" y otras no.
A ver, a casi todos nos ha pasado eso de estar "en la misma onda" con otra persona, ya sea físicamente (bailando o tocando música juntos) o psicológicamente (sintiéndonos comprendidos, vistos o coordinados en las ideas). Y como le encanta a Brett lo de tirar las llaves en la cocina, pues el simple hecho de compartir movimientos físicos coordinados con otra persona puede ser gratificante. En estudios de investigación, estar sincronizado rítmicamente (en comparación con estar desincronizado) con otros al tocar el tambor, por ejemplo, aumenta la activación en el sistema de recompensa del cerebro, sobre todo en gente a la que le resulta fácil sincronizarse con los demás. Igual que la gente valora estar sincronizada con otros al comunicarse, aunque no obtenga ninguna información útil de ello. Un estudio dirigido por la psicóloga Stephanie Cacioppo, de la Universidad de Chicago, por ejemplo, descubrió que los voluntarios se sentían más positivos y conectados con una pareja cuando su comunicación no verbal (en concreto, los ritmos de tecleo al enviar mensajes de texto) estaba sincronizada, ¡aunque en realidad la pareja era un sistema aleatorio preprogramado, y no una persona real! Y esa sincronía también activaba los sistemas de relevancia social y de recompensa del cerebro, mostrando cómo la sincronía no verbal puede conectar con nuestras motivaciones sociales.
Cuando Brett me lanza las llaves y yo las cojo, nuestros cerebros están temporalmente en sintonía, siguiendo la trayectoria de las llaves en el aire, calculando dónde tiene que estar mi mano para hacer contacto. Y las investigaciones demuestran que puede ser gratificante estar sincronizado con otra persona cuando trabajamos juntos (aunque nuestros cerebros también se sincronizan cuando pasamos por experiencias dolorosas y desagradables con otros). Por ejemplo, la gente muestra más activación en las regiones de recompensa y relevancia social cuando cooperan para resolver un laberinto juntos que cuando lo resuelven solos. El sistema de relevancia social nos ayuda a entender a los demás y nos pone en sintonía con ellos, y el sistema de recompensa nos premia cuando se produce esa sintonía.
Pero la sincronía entre cerebros no solo es útil por la recompensa que proporciona, sino que también es la base para entendernos y comunicarnos con éxito y trabajar juntos. Damos por sentado que cuando le contamos algo a otra persona, pues va a poder entender la experiencia que hemos tenido, o que cuando le damos instrucciones a un miembro del equipo, pues va a entender lo que queremos que haga. La sincronía cerebral es parte de lo que lo hace posible, mientras que la falta de sincronía se asocia con una menor comprensión.
Por ejemplo, cuando la gente escuchaba una historia contada por un desconocido, cuanto más seguía el cerebro del oyente los mismos patrones de subidas y bajadas que el del hablante, mejor recordaba lo que había pasado en la historia. O sea, que cuando el cerebro del hablante y el del oyente estaban sincronizados, los oyentes aprendían de la historia. En otro estudio, cuanto más reflejaban los cerebros de los estudiantes los patrones del cerebro del profesor, mejor aprendían los datos de la clase. Y los estudiantes cuyos cerebros mostraban una mayor conexión con el profesor también obtenían mejores notas. De igual forma, en un experimento de laboratorio en el que se asignó aleatoriamente a personas a resolver problemas solas o en equipos de cuatro, cuanto más sincronizada era la actividad cerebral de los miembros del equipo al resolver los problemas, mejor lo hacían. Las investigaciones también demuestran que la sincronización neuronal es clave para comunicar con éxito información sobre experiencias que otra persona aún no ha tenido.
Seguro que te imaginas la cantidad de beneficios que tiene la capacidad de sincronizar nuestros cerebros y, a su vez, aprender de las experiencias y los conocimientos de los demás. Si tu médico entiende tu horario diario, pues podrá ayudarte mejor a hacer un plan que te funcione para acordarte de tomarte la medicación. Si tu jefe puede describir eficazmente su experiencia presentando un proyecto a un cliente en una sala de juntas grande y con eco, y tú puedes imaginar esa sala en la que nunca has estado, pues puedes ajustar tu presentación para que la gente que está al fondo de la mesa no tenga que entrecerrar los ojos para leer la letra de tus diapositivas, y puedes pedir un micrófono para que todos los miembros del equipo te oigan mejor. Y si trabajas en un equipo en el que la comunicación os pone en sintonía, pues a lo mejor te encuentras anticipando lo que van a hacer tus compañeros, y eso facilita el trabajo en equipo.
A ver, hemos visto que cuando el cerebro de dos personas está sincronizado, pues es más probable que se entiendan. Pero no siempre tenemos la sensación de estar en sintonía con la gente que nos rodea, y eso puede dificultar la conexión. A lo mejor te has peleado con alguien y sentías que no entendía los hechos básicos de la situación, o a lo mejor tienes un compañero de trabajo que siempre te saca de quicio y no entiende tu punto de vista. Para entender por qué a veces nos sentimos tan desincronizados (y, teniendo en cuenta los beneficios de estar en sintonía, cómo podemos solucionarlo), pues es útil ver por qué algunas personas están más sincronizadas que otras. Piensa en el amigo que sabe exactamente lo que necesitas cuando has tenido un mal día, en el hermano que entiende toda tu dinámica familiar, o en el compañero de trabajo que comparte tu sentido del humor. ¿Qué hace que algunas personas "encajen" de forma natural?
Pues resulta que, como dice el dicho, "Dios los cría y ellos se juntan", ¿no? Pues una investigación dirigida por Carolyn Parkinson, Thalia Wheatley y Adam Kleinbaum, en el Dartmouth College, demostró que los patrones cerebrales de los amigos íntimos son increíblemente similares cuando intentan entender el mundo. El equipo hizo que un grupo de estudiantes de MBA vieran vídeos cortos sobre temas muy variados: desde un astronauta en el espacio, hasta crías de perezosos en su santuario, pasando por una reseña de las Google Glass y humor de caídas graciosas. Y los amigos íntimos del grupo mostraron respuestas cerebrales más sincronizadas a los vídeos, mientras que los que eran amigos de amigos, o incluso amigos de amigos de amigos, mostraron respuestas menos similares. Además, los estudiantes que respondieron de forma más similar a los vídeos al principio del semestre tenían más probabilidades de hacerse amigos a medida que avanzaba el año. Esto sugiere que la gente cuyos cerebros funcionan de forma más similar también puede encontrar más fácil conectar.
El equipo de Carolyn también descubrió que, incluso sin un estímulo externo como un vídeo, cuando la gente deja volar su mente a donde quiera, los amigos muestran patrones cerebrales más similares entre sí que con la gente con la que no tienen una relación cercana. Y no solo con estudiantes universitarios americanos: el equipo colaboró con Yoosik Youm y Junsol Kim y encontró patrones similares en habitantes de un pueblo pesquero coreano. Los aldeanos que estaban más cerca en sus redes sociales (un amigo frente a un amigo de un amigo de un amigo) mostraron patrones de actividad cerebral más similares mientras sus mentes divagaban. También descubrieron que los que vivían físicamente más cerca y presumiblemente compartían experiencias diarias más parecidas también mostraban más sincronía en el cerebro. En conjunto, esta investigación sugiere que el cerebro de la gente que es amiga y de la gente que comparte experiencias vitales similares (les guste o no) tiende a responder al mundo de forma más parecida.
Pero nuestras vidas no solo se crean a partir de grupos de amigos y proximidad física: los medios de comunicación también influyen mucho en nuestra realidad y, por tanto, en nuestra capacidad "natural" de conectar con los demás. Y al revés también funciona: nuestras actitudes actuales influyen en los medios de comunicación y en los interlocutores que buscamos. Por ejemplo, seguro que te has dado cuenta de que un amigo que se informa principalmente en Fox News está expuesto a historias sobre temas diferentes y ve ángulos diferentes para el mismo tema, en comparación con alguien que ve la CNN. Y lo más importante es que cuando la gente ve y escucha los mismos medios de comunicación, pasa tiempo junta y se comunica, sus cerebros y cuerpos se sincronizan. En cambio, la gente que consume medios de comunicación diferentes y tiene experiencias vitales diferentes, pues difiere en cómo responde su cerebro al mismo contenido. Los medios de comunicación que consumimos (y cómo presentan las historias) pueden influir en cómo vemos el mundo e interactuamos con los demás en temas que van desde la violencia hasta el género, la sexualidad, la raza y las preferencias políticas (por ejemplo, sobre el sistema judicial o la inmigración). Por eso, las instituciones de comunicación desempeñan un papel importante en el cultivo de nuestras visiones colectivas del mundo, y nuestros conocimientos previos y suposiciones influyen en las respuestas de nuestro cerebro a los medios de comunicación.
Investigaciones recientes destacan cómo el consumo de los mismos medios de comunicación sincroniza las respuestas cerebrales de las personas. Por ejemplo, en un estudio dirigido por Uri Hasson en la Universidad de Princeton, voluntarios vieron media hora de la película "El bueno, el feo y el malo". Se escaneó su cerebro mientras veían al joven Clint Eastwood, como cazarrecompensas, desafiando a sus enemigos en tiroteos, buscando oro. La cinematografía de Leone crea tensión, alternando entre amplias panorámicas, primeros planos acerados de los ojos de un pistolero y una mano que busca una pistola. Y la actividad cerebral de un miembro del público mientras se desarrollaban estas escenas de tensión podía predecir la actividad cerebral de los demás. ¡Impresionante!
Parte de esta sincronía venía de las experiencias sensoriales que creaba la película, que eran objetivamente similares entre los voluntarios, ya que estaban viendo la misma película. Pero el público también mostró una notable sincronía en las regiones del cerebro que rastrean el pensamiento de orden superior, como la relevancia social y personal. Esto no implica necesariamente que los voluntarios estuvieran teniendo exactamente los mismos pensamientos, sino que es probable que los conocimientos previos compartidos sobre la cultura pop, los valores sociales y las normas generen una superposición en las partes de una película o historia que la gente encuentra socialmente relevantes, y viceversa. Parte de esta sincronía también podría atribuirse a que los sistemas de relevancia social de la gente anticipan lo que va a pasar después. En un primer plano de la cara de Clint Eastwood, mientras se prepara para un duelo, podemos imaginar sus pensamientos, transportados colectivamente a la polvorienta escena. Y esos mismos conocimientos previos también son accesibles (y probablemente muy útiles) para los creativos que participan en la creación de los medios de comunicación, desde los guionistas hasta los directores y más allá.
Los medios de comunicación también influyen en las respuestas de nuestro cerebro a los temas políticos, junto con las identidades partidistas que traemos a la mesa. Cuando gente de diferentes partidos políticos consume noticias diferentes (por ejemplo, viendo Fox frente a la CNN), las respuestas de nuestro cerebro se vuelven más similares a las de la gente que está consumiendo los mismos medios de comunicación e ideas que nosotros (los demócratas muestran respuestas cerebrales más similares a otros demócratas, y los republicanos muestran respuestas cerebrales más similares a otros republicanos). En un estudio de investigación, las palabras emocionales en el contenido de las noticias provocaron respuestas más similares en gente con identidades partidistas similares, en comparación con las que tenían identidades diferentes. Cuando la gente tiene exposición a las mismas dietas mediáticas, y cuando comparten experiencias, muestran respuestas cerebrales más similares.
Y esta influencia es probablemente bidireccional. Igual que gravitamos hacia contenidos diferentes por lo que somos y lo que creemos, cambiar el contenido que consumimos puede cambiar lo que pensamos y, a su vez, algunas de las cosas que creemos que son importantes. Por ejemplo, cuando unos investigadores de Estados Unidos incentivaron a un grupo de espectadores de Fox News a ver la CNN (en momentos en que normalmente veían Fox), no solo cambió los temas que conocían (aumentando su conocimiento de los temas que se suelen tratar en la CNN y disminuyendo su conocimiento de los que se suelen tratar en Fox), sino también los temas que pensaban que eran importantes, lo que pensaban de las diferentes políticas e incluso cómo evaluaban a los diferentes políticos, en comparación con un grupo de control de espectadores de Fox que siguieron viendo sus noticias habituales. O sea, que cuando los investigadores cambiaron la dieta mediática de la gente, cambiaron sus creencias, opiniones y lo que pensaban que eran temas importantes.
Sabiendo esto, podemos plantearnos qué tipo de medios de comunicación estamos consumiendo nosotros y cómo lo que consumimos puede estar influyendo en nuestras opiniones y valores. Y si el contenido de los medios de comunicación puede cambiar lo que pensamos, pues se deduce que podría, por extensión, abrir nuevas posibilidades para con quién nos sentimos en sintonía, y con quién no. Al fin y al cabo, los medios de comunicación son un gran impulsor de las suposiciones que hacemos sobre los demás, y esas suposiciones pueden ponernos en sintonía o sacarnos de ella.
Es tarde por la noche cuando Lee recibe una llamada de su amigo Arthur. Arthur acaba de llegar a casa de una fiesta donde perdió de vista a su mujer, Joanie. Arthur sospecha que le está engañando: "No puedes fiarte de ella", dice. "Te juro por Dios. Te juro por Dios que no puedes".
Lee intenta calmar a Arthur desde el otro lado del teléfono, y hay una mujer en su cama, escuchando. No sabemos mucho sobre ella.
De hecho, en el cuento "Pretty Mouth and Green My Eyes", de J. D. Salinger, se deja mucho a la imaginación. ¿Es la mujer de la cama la desaparecida Joanie? No podemos estar seguros, pero algunas de las suposiciones que podrías hacer sobre los personajes dependerían de lo que aportaras a la historia. ¿Qué más sabes de esa gente? ¿De esa situación?
Una investigación dirigida por los neurocientíficos Yaara Yeshurun y Uri Hasson, de Princeton, destaca que, a medida que nuestras suposiciones iniciales divergen, nuestro contexto inicial sesga la forma en que nuestro cerebro responde a lo que viene después. Del mismo modo, crear un contexto compartido sesga nuestro cerebro para ver las historias de forma similar a otros miembros del grupo, como si fuéramos murciélagos volando juntos. En la investigación de Yaara y Uri, se escaneó el cerebro de los voluntarios mientras se les daban dos historias de fondo diferentes antes de escuchar un extracto adaptado de "Pretty Mouth and Green My Eyes". Los investigadores dieron a la mitad de los voluntarios una historia de fondo que dejaba claro que la mujer en la cama de Lee es la mujer de Arthur, Joanie. A la otra mitad de los voluntarios se les dio una historia de fondo diferente, en la que Lee y Joanie no están teniendo una aventura, y Arthur es simplemente paranoico.
Al escuchar el extracto del cuento de Salinger, los voluntarios a los que se les dieron las mismas historias de fondo interpretaron la conversación de Arthur y Lee de forma similar, y sus cerebros estaban sincronizados. En cambio, cuando a la gente se le daban historias de fondo diferentes, aunque respondían a las mismas palabras en la siguiente parte de la historia, sus respuestas cerebrales divergían. O sea, que crear un contexto compartido sesga nuestro cerebro para ver las historias de forma similar a otros miembros del grupo.
El equipo de investigación fabricó una situación en la que un grupo compartía un conjunto de creencias (sabían que Lee y Joanie estaban teniendo una aventura) y el otro grupo otro (sabían que Lee y Joanie eran inocentes). Pero las creencias que tenemos al entablar conversaciones pueden ser igual de fuertes en nuestra vida cotidiana. Una razón por la que podemos empezar con mal pie con alguien (o incluso por la que nuestra opinión sobre esa persona puede cambiar a mitad de la relación) es que las suposiciones incorrectas nos sacan de la sincronía. Incluso en los casos en que compartimos los mismos valores básicos y la misma política y vemos los mismos programas de noticias, hay muchas otras fuerzas que influyen en nuestras suposiciones sobre el mundo y nuestras interacciones sociales. Y esto ocurre tanto en los debates políticos a gran escala como en los pequeños intercambios en casa o en la oficina.
Imagina que Joyce lleva varios días trabajando en una presentación y está nerviosa pero emocionada por recibir la opinión de su jefa, Maya, a la que admira mucho. Maya también está emocionada. Piensa en Joyce como una superestrella y espera ayudarla a impulsar sus ideas en la empresa. Por desgracia, la noche anterior a la presentación, Maya no duerme bien, se apresura durante la mañana y aún no ha comido cuando llega la hora de la presentación a primera hora de la tarde. A medida que Joyce avanza por las diapositivas de su presentación, no puede evitar centrarse en Maya: no solo es la jefa de Joyce, sino que su expresión plana y aburrida es imposible de ignorar. Joyce mantiene la compostura y acelera el ritmo, pero después de la presentación, Maya es brusca con ella.
"Enfoque interesante", dice. "Me pregunto si Cheryl también podría tener alguna opinión útil". Y sale corriendo de la habitación.
Joyce está destrozada.
Pero Maya realmente pensó que el enfoque era interesante, estaba impresionada con la presentación, emocionada de trabajar con Joyce, e imagina que Cheryl también lo estará. También tiene hambre y necesita comer algo para superar el resto de las reuniones de la tarde.
Si Joyce pudiera ver el hambre de Maya o hubiera interpretado su expresión en blanco como fatiga en lugar de aburrimiento, podría ajustarse a esto en su interpretación de la respuesta. Pero no tiene esa información. Con la suposición inicial equivocada, no puede hacer una buena predicción sobre hacia dónde se dirigen los pensamientos y las acciones de Maya. Así que mientras Maya se atiborra de comida y envía correos electrónicos entusiastas a los altos cargos, incluida Cheryl, Joyce está de vuelta en su oficina, pasando derrotada por sus rutinas de la tarde. Están desincronizadas.
En este caso, la investigación neurocientífica ilumina no solo la idea de que la gente con diferentes conocimientos, experiencias y suposiciones diverge, sino también cómo y por qué podría divergir, incluso cuando escucha las mismas palabras o ve objetivamente los mismos hechos. Como Joyce no sabe que Maya tiene hambre y está cansada, su cerebro interpreta el ambiguo "enfoque interesante" de forma diferente a como Maya quería decir.
En cambio, cuando la gente comparte suposiciones sobre la historia de fondo, los hechos o el contexto de una situación determinada, es más probable que sus cerebros interpreten la nueva información de forma paralela. Si Joyce supiera que Maya estaba pensando en el proyecto relacionado que Cheryl había presentado recientemente, entendería por qué Maya sugirió que hablaran, y los sistemas de relevancia social de Joyce y Maya podrían estar más sincronizados. Del mismo modo, en la esfera política, la gente de diferentes grupos a menudo sobreestima enormemente hasta qué punto el otro grupo les disgusta e incluso les deshumaniza, y corregir esas suposiciones reduce los comportamientos dañinos asociados a ellas.
Esta es parte de la motivación que llevó a Tonya Mosley a cambiar la forma en que trabaja como reportera. Después de años cubriendo eventos políticos emocionales y de alto riesgo, Tonya me dijo: "Podía escuchar, una y otra vez, que no había un encuentro de mentes en algunos principios básicos de la humanidad, sobre escucharse, preocuparse el uno por el otro". Estar en sintonía requiere un terreno y un contexto comunes para partir de ellos. Pero llegar a eso es otra cosa.
Como parece imposible no tener suposiciones sobre lo que está pasando en el mundo que nos rodea, la situación general podría parecer condenada: no siempre podemos tener razón, pero siempre haremos suposiciones. Pero el hecho de que la gente tenga suposiciones ocultas y erróneas sobre lo que piensa el otro bando sugiere posibles vías para mejorar la comunicación. El simple hecho de saber esto, y de tenerlo presente, pone una linterna en tu mano.
Pero, ¿cómo la enfocas? ¿Cómo preguntas: dónde están las posibilidades?
Una forma de hacerlo es mantener conversaciones que saquen a la superficie explícitamente las suposiciones e interpretaciones de fondo. Y este enfoque es coherente con las pruebas de las investigaciones de neuroimagen. Las conversaciones pueden poner la actividad cerebral de la gente en sintonía durante la propia conversación, y los efectos de estar alineado persisten también después. En un estudio dirigido por Beau Sievers, Thalia Wheatley y Adam Kleinbaum, en el Dartmouth College, voluntarios vieron vídeos que podían interpretarse de diferentes maneras antes de comentar lo que había pasado con otros en un grupo. La oportunidad de comentar sus diferentes interpretaciones puso los cerebros de los miembros del grupo en mayor sintonía cuando volvieron a ver el vídeo. Y lo que es más importante, también dio como resultado una mayor sintonía cuando vieron nuevos vídeos que no se habían comentado, lo que sugiere que el desarrollo de una comprensión compartida puede ayudar a que nuestros cerebros se sincronicen de forma más general, incluso cuando dan sentido a nuevas pruebas y situaciones.
De esta manera, si Maya y Joyce hubieran comido juntas después de la presentación y hubieran tenido más tiempo para ponerse al día, Joyce podría haber aprendido información (como el hambre que tenía Maya) que le habría ayudado a entender los comentarios de su jefa. O si Maya hubiera compartido una advertencia rápida sobre su mañana con Joyce antes de la presentación y la hubiera tranquilizado, Joyce podría haberse sentido mejor. Se necesita mucha comunicación informal para entender los pensamientos, sentimientos y diferentes puntos de vista de los demás. Y esto es cierto tanto cuando partimos de suposiciones diferentes como cuando nuestras suposiciones divergen inesperadamente.
La investigación del equipo de Dartmouth también destaca que, en todos los grupos que estudiaron, los grupos que tenían a alguien a quien los evaluadores percibían como "de mayor estatus" a menudo parecían haber adoptado una opinión de consenso, cuando en realidad estaba pasando otra cosa. Esas personas de alto estatus dirigían el grupo, hacían declaraciones fuertes y declarativas, exudaban confianza, interrumpían a la gente, cuestionaban las posiciones de los demás y, en general, presionaban a los demás para que adoptaran sus puntos de vista. Si solo viéramos los datos de la encuesta, parecería que lo consiguieron: los miembros del grupo siguieron su ejemplo en cuanto a su comportamiento. Pero las apariencias engañan. Cuando el equipo de investigación volvió a escanear el cerebro de todos, descubrieron que los miembros del grupo estaban, de hecho, desincronizados. Los miembros del grupo de menor estatus a los que se había presionado para que estuvieran de acuerdo no estaban realmente alineados, simplemente seguían la corriente para llevarse bien. Fuera del laboratorio, Adam Kleinbaum dice que se imagina que este es el escenario en el que la gente puede estar de acuerdo con su jefe en la reunión, pero luego volver a sus mesas y trabajar a medias en el plan acordado o incluso socavarlo.
Pero cuando un grupo tenía a alguien a quien muchos compañeros apreciaban y con quien estaban conectados (más céntrico pero no necesariamente de "alto estatus" en la red social), los miembros del grupo estaban de acuerdo tanto en sus respuestas verbales como en su actividad cerebral posterior. Esas personas más céntricas eran más profundamente influyentes, pero también más flexibles en sus propias posiciones: estaban contentas de acercarse a las opiniones de los demás en el grupo. Hacían preguntas de seguimiento, pedían a la gente que explicara lo que querían decir, y sus grupos terminaban más sincronizados.
Esta es la curiosidad que Tonya muestra con sus invitados en el aire, y una forma en que cada uno de nosotros puede practicar la escucha de forma más abierta. Podemos hacer preguntas de las que tengamos realmente curiosidad por saber las respuestas y estar abiertos a la idea de que somos capaces de cambiar. Importa quién está en el grupo no solo por la información que aportan, sino también por la capacidad del grupo para llegar a un consenso real. ¿Preferirías ser la persona que aplasta a los demás en un falso consenso o la que crea una alineación neuronal más profunda? En este sentido, Tonya ve las conversaciones que tiene con la gente en el aire como la apertura de nuevos caminos hacia una sociedad más funcional, para cómo podríamos (re)imaginar la resolución de problemas juntos.
Si lo hacemos bien, las conversaciones ofrecen una forma de sacar a la superficie las suposiciones iniciales, dar a los demás la oportunidad de compartir sus perspectivas y ponernos en sintonía. Pero, ¿de qué otras maneras podría ayudarnos a entender la sincronía a crear una mayor sensación de conexión y, tal vez, una perspectiva compartida con los demás?
Después de ver cómo las representaciones neuronales compartidas van de la mano con los pensamientos o la comprensión compartidos y cómo la sincronía puede servir como punto de partida para una interacción exitosa tanto en nuestra vida social como profesional, podríamos sentirnos tentados a concluir que el objetivo principal debería ser aumentar la cantidad de sincronía que experimentamos con los demás. Sin embargo, quizás de forma contraintuitiva, si queremos aprender de los demás y explorar nuevas formas de ver el mundo, es posible que no queramos estar perfectamente sincronizados, o en un terreno común, todo el tiempo. En cambio, a veces podríamos querer aspirar a una forma diferente de coordinación, en la que nos complementemos mutuamente y nos impulsemos a explorar nuevos territorios.
Como hemos visto, hay valor en las formas en que somos diferentes, en las formas en que no nos sincronizamos. La sorpresa capta la atención de la gente, y a la gente le gustan las conversaciones profundas y rápidas en las que aprenden cosas nuevas y hablan de ideas originales. Para crecer en nuestra sensación de posibilidad, queremos conectar ideas que no se han conectado antes e interactuar con gente cuyas experiencias vitales puedan sugerir diferentes formas de interpretar las mismas pruebas que estamos seguros de entender.
Si nuestro cerebro estuviera totalmente sincronizado entre sí todo el tiempo, habría poco espacio para descubrir nuevas ideas o explorar el panorama más amplio que hace que las mejores conversaciones sean divertidas. Así que, en lugar de aspirar a una sincronía continua (como solo pasar tiempo con gente con la que "conectas" inmediatamente o evitar cualquier tema que creas que pueda parecer lejano, personal o polémico), tal vez el objetivo debería ser sincronizarnos lo suficiente como para poder partir del mismo terreno común, luego divergir en la dirección que guiamos la conversación, facilitando la exploración de un terreno más amplio o una conexión más profunda.
Un estudio reciente en el que colaboré con un equipo de Princeton destaca los beneficios conversacionales de la divergencia. Dirigido por Sebastian Speer, Lily Tsoi y Diana Tamir, junto con Shannon Burns y Laetitia Mwilambwe-Tshilobo, escaneamos el cerebro de parejas de amigos o desconocidos mientras jugaban a un juego sencillo llamado "Fast Friends". El juego (diseñado para forjar amistades entre desconocidos para estudios de laboratorio) consiste en turnarse para hacer y responder preguntas que aumentan su nivel de intimidad, empezando con rompehielos como "Si pudieras elegir a cualquier persona del mundo, ¿a quién invitarías a cenar?" y "¿Cómo sería el día perfecto para ti?". Las preguntas acaban llegando a cuestiones más personales como "¿Hay algo que hayas soñado con hacer durante mucho tiempo? ¿Por qué no lo has hecho?" y "Si fueras a morir esta noche sin la oportunidad de comunicarte con nadie, ¿qué sería lo que más lamentarías no haberle dicho a alguien? ¿Por qué no se lo has dicho todavía?" y, por último, "Comparte un problema personal y pide consejo a tu compañero sobre cómo podría afrontarlo. Pide también a tu compañero que te refleje cómo parece que te sientes con respecto al problema que has elegido". Cuando la gente juega a este juego, tiende a disfrutarlo y a sentirse más unida al final, incluso si no tenía ninguna conexión previa o tiene actitudes diferentes sobre temas importantes, e independientemente de si espera que le guste al otro.
Durante las conversaciones de nuestros voluntarios, observamos un patrón interesante en sus sistemas de relevancia social. Como esperábamos, las parejas de desconocidos aumentaron su sincronía a lo largo de la conversación: construyeron un terreno común. Los amigos íntimos, en cambio, empezaron más sincronizados, pero luego sus cerebros divergieron durante la conversación. En esas actividades de creación de intimidad, descubrimos que los amigos (que empezaron más cerca el uno del otro que los desconocidos) tendían a cubrir una gama más amplia de temas, divergiendo en nuevos territorios y cambiando de un tema a otro. Los desconocidos tendían a rebotar menos y se atenían más a una gama más reducida de temas.
Y lo más importante es que, aunque era más probable que los cerebros de los amigos divergieran durante la conversación, los desconocidos que cubrieron muchos temas y un amplio terreno conversacional también mostraron más divergencia en sus respuestas cerebrales con el tiempo e informaron que disfrutaron más de las conversaciones. Esto significa que cuando las respuestas cerebrales de los desconocidos se parecían más a las de los amigos, también tenían mejores conversaciones. Establecer un terreno común al principio y luego divergir se asoció con tener una mejor conversación.
A veces pienso en esta investigación cuando estoy en una situación con gente que no conozco muy bien. La psicóloga Emma Templeton ha descubierto que los desconocidos utilizan un conjunto más predecible de lo que ella llama "temas de lanzamiento", como el tiempo o preguntar "¿de dónde eres?", para entablar una conversación, mientras que la gente con amistades más consolidadas puede sumergirse directamente en temas más profundos y variados, y a menudo se divierten más. En lugar de pasar toda la conversación hablando del tiempo en una fiesta de cumpleaños de uno de los amigos de mis hijos, después de establecer ese terreno común básico, podría preguntar a otro padre a quién invitaría a la fiesta si pudiera tener a cualquier otra persona del mundo como invitado, o qué ha soñado con hacer que sea difícil de hacer mientras hace malabares con los niños. Sus respuestas suelen sorprenderme y tienden a sacudir las suposiciones que pueda haber tenido sobre ellos.
En términos más generales, los resultados de nuestro estudio son coherentes con las investigaciones descritas anteriormente sobre cómo reunir diferentes ideas puede despertar la innovación y cómo recurrir a una amplia gama de ideas nos convierte en interlocutores más interesantes. Uno de los miembros clave de nuestro equipo, Shannon Burns, ha sido pionera en la idea de que durante las comunicaciones exitosas, los cerebros deberían complementarse entre sí, y ella aportó esa perspectiva a nuestro trabajo sobre las conversaciones. En un estudio de seguimiento en el que unos desconocidos negociaron sobre cómo distribuir un presupuesto para abordar problemas relacionados con la deuda educativa y el medio ambiente, Sebastian, Shannon y el equipo descubrieron que las díadas que exploraron más terreno tuvieron mejores conversaciones y, finalmente, llegaron a un consenso más cercano sobre cómo resolver los problemas.
Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, esta investigación destaca algunos de los beneficios de tener ya un terreno común establecido. Una vez que estamos seguros en esa base sincronizada, podemos explorar nuevos temas y aprender cosas nuevas sobre nosotros mismos, los demás y el mundo. En el extremo, no queremos que todo el mundo tenga exactamente la misma respuesta neuronal todo el tiempo. Eso llevaría a conversaciones aburridas y dificultaría el pensamiento creativo. En cambio, en muchos casos, queremos coordinarnos de formas más sofisticadas: dividiendo el trabajo mental, turnándonos para dirigir y seguir en las conversaciones, y explorando nuevos terrenos.
¿Y qué pasa cuando nos sentimos irremediablemente desincronizados? Ser escuchado puede despolarizar las actitudes de la gente al disminuir la actitud defensiva y aumentar la autorreflexión productiva. Y lo contrario también es cierto: podemos beneficiarnos de escuchar con el objetivo de entender los puntos de vista de los demás, ya sea para permitir que un vecino con puntos de vista diferentes se sienta escuchado o visto, para obtener un valioso conocimiento o para ser un mejor líder. En el estudio de negociación de Sebastian y Shannon, cuando animamos a la gente a comprometerse, en lugar de persuadir a su interlocutor, exploraron una gama más amplia de ideas y terminaron más alineados en sus decisiones al final de la conversación.