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Calculating...

Vale, a ver por dónde empiezo... Mmm, ¿sabes qué? Últimamente he estado pensando mucho en... en cómo reaccionamos cuando alguien nos dice algo que no nos gusta, ¿no? O sea, cuando nos dan un consejo o nos sugieren que cambiemos algo. Y, bueno, ¡madre mía!, a veces nos ponemos a la defensiva, ¿verdad? Y es que es normal, supongo. A nadie le gusta que le digan qué tiene que hacer o cómo tiene que ser.

Pero, bueno, resulta que ser la persona menos defensiva que conoces, o sea, que te conozcan por no ser defensivo, puede ser... puede ser una gran ventaja. Y te cuento una cosa que me pasó hace poco con mi pareja, Brett. Él tiene la costumbre de guardarse historias durante todo el día, ¿no? Y luego, por la noche, después de que los niños se van a la cama, nos sentamos en la cocina y me cuenta cosas interesantes que ha leído o cosas graciosas que le han pasado en el día. Y a mí, la verdad, me encanta ese momento.

Pero una noche, estábamos ahí, yo en el sillón con mi manta rosa, respondiendo un correo electrónico del trabajo, y él lavando los platos. Y de repente, me dice, con un tono así como... hesitante, serio: "¿Crees que podrías dejar el teléfono en otra habitación mientras estamos juntos?" ¡Uf! Imagínate. Me dice que cuando estoy con el teléfono, le da la sensación de que no me interesan sus historias, y que eso le da ganas de... pues, de desconectar también.

Yo, claro, me defendí: "¡Pero si te estoy escuchando! Solo tengo que responder estos correos". Y además, a veces busco información en el teléfono que es relevante para lo que estamos hablando, ¡eh! Pero él... me miró con una cara... como diciendo: "No me lo creo". Y, pues sí, tenía razón. La verdad es que a nadie le gusta que la persona con la que está hablando esté con el teléfono, ¿no?

Y ahí me quedé pensando. Y luego me di cuenta de que él ya me lo había dicho antes. ¡Qué fuerte! Quizás no lo escuché bien las primeras veces. O quizás simplemente no quería escucharlo, a saber. A veces no nos damos cuenta de cuando nuestro cerebro está ahí, como protegiéndonos de cualquier cosa que pueda dañar nuestra autoestima, ¿sabes?

El caso es que, si alguna vez has intentado convencer a alguien de que cambie algo, o si te han dado un consejo no solicitado, seguramente sabes de lo que hablo. Es que queremos sentirnos bien con nosotros mismos, y los mensajes que sugieren que no estamos actuando de la mejor manera pueden amenazar nuestra autoimagen. Y entonces, nos ponemos a la defensiva y buscamos razones por las que ese consejo no se aplica a nosotros.

Pero, claro, el problema es que, al hacer eso, nos cerramos a información que podría ser muy útil. O sea, imagina que te dan un consejo para mejorar en el trabajo, o para llevarte mejor con tu familia, o para lo que sea. Y tú, en lugar de escucharlo, te pones a la defensiva y buscas excusas para no cambiar. ¡Pues te estás perdiendo la oportunidad de crecer y de mejorar!

Y no es que todos los consejos que recibimos sean buenos, ¡ojo! Pero cuando dejamos que la defensividad nos controle, nos cerramos a nuevas perspectivas que podrían ser muy valiosas. Por ejemplo, podríamos tener conversaciones más productivas sobre temas importantes, o comunicarnos mejor con personas que piensan diferente a nosotros, o simplemente ser mejores amigos, jefes o compañeros de trabajo.

Pero bueno, ¿cómo podemos hacer para ser menos defensivos? Pues una de las cosas que podemos hacer es reconocer cuáles son nuestros valores centrales, ¿no? O sea, qué es lo que realmente importa para nosotros. Y una vez que tenemos claro eso, podemos empezar a cuestionar nuestras creencias y comportamientos que no están alineados con esos valores.

Y aquí va otra historia. ¿Te ha pasado eso de que guardas cosas que realmente no necesitas, pero que no puedes tirar porque les tienes cariño? Bueno, pues a mí me pasa con las tazas. Tengo un montón de tazas en la cocina, algunas que me han regalado, otras que he comprado en viajes, otras que ni siquiera recuerdo de dónde salieron. Y mi pareja, Brett, ¡las odia! Dice que son un estorbo, que ocupan mucho espacio. Y, bueno, quizás tiene razón. Pero yo no puedo deshacerme de ellas. ¡Son mis tazas!

Y resulta que esto tiene un nombre: el "efecto dotación". Es la tendencia a valorar más las cosas que poseemos, simplemente porque las poseemos. Y esto no solo pasa con las tazas, ¿eh? Pasa con todo tipo de cosas: ideas, hábitos, relaciones... Nos aferramos a lo que consideramos nuestro, incluso si no nos beneficia en absoluto.

Y ahí es donde volvemos a lo de la defensividad. Porque muchas veces nos aferramos a nuestras ideas y comportamientos porque los consideramos parte de nuestra identidad. Y si alguien los critica, nos sentimos atacados. Pero, ¿sabes qué? Podemos aprender a desapegarnos de esas ideas y comportamientos que no nos sirven, y así ser más abiertos a nuevas posibilidades.

Para explicarte, en términos más científicos, se ha comprobado que cuando nos enfrentamos a mensajes que nos impulsan a cambiar, se activan los sistemas de alarma neuronales, y la actividad en los sistemas de autorrelevancia y valor disminuye. Esta tendencia hace que el cerebro vea "mi-como-he-estado-comportándome-o-pensando" como bueno, y que descarte el mensaje como no relevante para esa versión de mí. Al contrarrestar estos mensajes que se sienten amenazantes para nuestra identidad, redoblamos nuestros viejos hábitos y nos resistimos al cambio que podría ser bueno para nosotros.

Por tanto, una de las formas de ser menos defensivos es identificar qué rasgos y valores son realmente importantes para nuestra identidad y cuáles no. Piensa en lo que dirías si te pidiera que te describieras. Tal vez dirías que eres reflexivo, ambicioso y puntual. Si ahora te pidiera que pusieras esas cualidades en orden de importancia, es decir, que las clasificaras según lo "centrales" que te resultan para tu identidad, probablemente podrías hacerlo.

En este sentido, la forma en que pensamos sobre nuestros rasgos puede considerarse una red, con nuestros rasgos más importantes y centrales en el centro. Las investigaciones sugieren que el cerebro tiene en cuenta esta estructura de red cuando procesa la autorrelevancia. Nuestro sistema de autorrelevancia nos permite responder a preguntas básicas como "¿Soy educado?", "¿Soy desordenado?", "¿Soy honesto?", y así sucesivamente. Pero el sistema de autorrelevancia no trata todos estos juicios de la misma manera; algunos son más fáciles que otros.

Curiosamente, también se ha demostrado que por lo general puede ser más fácil para nosotros incorporar retroalimentación sobre rasgos que son más periféricos que centrales. Un estudio encontró que después de recibir retroalimentación, las personas eran más propensas a cambiar la forma en que se calificaban a sí mismas en rasgos como "elocuente" que estaban marcados como menos centrales en la red semántica general, pero se aferraban a rasgos más centrales como "amigable". Esto sugiere que los rasgos más centrales están más arraigados en nuestro sentido de identidad y, por lo tanto, son más difíciles de cambiar.

En resumen, tanto si se trata de pequeños objetos que abarrotan nuestros armarios de la cocina como de ideas y hábitos más arraigados, nuestra tendencia a aferrarnos a lo que consideramos "nuestro" puede limitar nuestra capacidad de crecimiento y cambio. Al comprender cómo funciona este proceso en el cerebro, podemos empezar a tomar medidas para ser más abiertos a nuevas perspectivas y retroalimentación, y para vivir una vida más plena y significativa.

Una herramienta útil para lograr esto es la "afirmación de valores". Esta técnica consiste en reflexionar sobre lo que más te importa: tus relaciones con amigos y familiares, tu espiritualidad, tu ambición o tu creatividad. Al recordar lo que es esencial para ti, puedes ver que tu valía no depende de un solo comportamiento o creencia. Esta práctica puede hacer que tu cerebro responda de forma diferente a los consejos y te abra a adoptar nuevas ideas y conductas.

Mi equipo de investigación ha realizado experimentos en los que hemos observado cómo las afirmaciones breves de valores cambian la forma en que el cerebro de las personas responde a los consejos, haciéndolas más abiertas a adoptar nuevas ideas y comportamientos. Las afirmaciones de valores ayudan a las personas a ver o recordar que su autoestima no depende de un solo comportamiento.

Para hacer esto, puedes crear una lista de valores, como la compasión, los amigos y la familia, la espiritualidad, el poder, la riqueza, la fama, la creatividad o la independencia, y luego clasificar los valores en términos de la importancia personal de los diferentes valores en tu vida. Luego, reflexiona sobre los valores que son más importantes para ti.

En la práctica, he visto que hacer afirmaciones de valores ayuda a las personas a sentirse más conectadas con los demás y menos escépticas sobre la validez de la información sobre temas difíciles. Además, los ejercicios de afirmación de valores también han ayudado a las personas a sentirse más abiertas a pensar en temas sociales complejos.

Y ahora, para finalizar, quiero contarte cómo podemos aprender de los demás. A veces, ver cómo otras personas afrontan situaciones similares puede ser más útil que recibir consejos directos. Aprendemos de los modelos a seguir, ya sea en la vida real o en las historias. Las historias aprovechan el sistema de relevancia social del cerebro, generando cambios que pueden hacernos más felices, más sanos y más conectados.

Personalmente, siempre trato de pensar en cómo reaccionarían las personas que conozco ante la dificultad o las tareas que tengo en frente. Por ejemplo, en el trabajo, a menudo pienso: "¿Qué haría Karen Hsu?". Karen era mi jefa en la empresa de consultoría sanitaria donde trabajé después de la universidad, antes de dedicarme a la neurociencia cognitiva. Ella siempre me apoyó y me dio una gran confianza, y siempre trato de emularla al gestionar mi propio equipo.

Así que, ya sabes, la próxima vez que te sientas a la defensiva, recuerda que tienes la capacidad de cambiar. Reflexiona sobre tus valores, aprende de los demás y recuerda que el cambio puede ser una oportunidad para crecer y convertirte en una persona más completa. ¡Ánimo!

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