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Vale, a ver, voy a contarte una cosa, un secretillo que no te cuentan ahí en tu templo, ¿sabes? Los dioses nos envidian, ¡nos envidian! Porque somos mortales, porque cada momento podría ser el último. Todo es más bonito, más intenso, porque estamos condenados a desaparecer. Nunca serás más guapo, más guapa de lo que eres ahora, ¿entiendes? Nunca volveremos a estar aquí.
Es que, fíjate, en la antigua Roma, se montaban unas fiestas increíbles para celebrar las victorias militares, ¿eh? Al héroe conquistador lo paseaban por las calles en un carruaje dorado, con todo el mundo adorándolo. Claro, con ese trato, el tío se debía creer inmortal, ¿no? Pero los romanos, que eran listos, sabían que a la gente se le sube el éxito a la cabeza, así que idearon una solución para que el héroe no se flipara demasiado. Le ponían a un tipo al lado, en el carruaje, y la única misión del pobre hombre era susurrarle al oído, durante todo el desfile, una advertencia un poco... ¿cómo decirlo? Un poco inquietante: "Respice post te. Hominem te esse memento. Memento mori!" Que básicamente significa: "Mira detrás de ti. Recuerda que eres mortal. Recuerda que vas a morir!". Un recordatorio constante, sutil, de que, oye, que eres humano, ¿eh? Que te mueres, como todos.
Este concepto, el *memento mori*, es fundamental en la filosofía estoica, ¿sabes? Un recordatorio de que la muerte es inevitable, de que el tiempo siempre gana. Y últimamente, ha ganado como una especie de culto, ¿no? Hay gente, los más intensos, que usan un calendario *memento mori* para llevar la cuenta de las semanas que les quedan de vida. El calendario es un rectángulo gigante lleno de circulitos, 52 columnas de ancho y 80 filas de largo. Cada círculo representa una semana, cada fila un año. Y la gente va coloreando los círculos según van viviendo las semanas. Una manera un poco drástica, la verdad, de ver cómo pasa el tiempo y cuánto te queda, ¿no?
A lo mejor te parece un poco heavy, incluso macabro, pero esto no es nada nuevo. Desde que el ser humano existe, nos hemos estado peleando con el tema del tiempo, intentando entenderlo, medirlo, controlarlo...
Las primeras sociedades humanas lo veneraban, respetaban el paso del tiempo. En la India antigua, por ejemplo, creían que el tiempo era un círculo, un ciclo infinito de creación, destrucción y renacimiento. Esta idea de la "rueda del tiempo" (o *kalachakra*) está presente en varias religiones, como el hinduismo, el jainismo, el sijismo y el budismo. Los mayas, en Centroamérica, también tenían una visión cíclica del tiempo. Para ellos, el amanecer era un símbolo de renovación, y el recorrido del sol por el cielo representaba el ciclo natural de la vida y la muerte.
Muchas culturas antiguas crearon dioses basados en el miedo al tiempo y en el deseo de vivir para siempre. Los egipcios, por ejemplo, adoraban a Heh, cuyo nombre significa "inundación", en referencia al caos acuático que, según ellos, precedió a la creación del mundo. Ese caos era infinito, así que Heh era la personificación de la eternidad. En el zoroastrismo, la deidad Zurvan estaba asociada con el tiempo y el espacio infinitos, y era el creador del mundo y de todo lo que existe. Se creía que Zurvan controlaba el flujo ordenado del tiempo y el ciclo natural de nacimiento, crecimiento y muerte.
Los vikingos, que eran unos tipos fuertes, también le daban vueltas al tema del tiempo y al envejecimiento. Tenían a Elli, que era la personificación mítica de la vejez. Hay una historia muy famosa en la que Thor, el dios del trueno, se enfrenta a Elli en una lucha. A pesar de la diferencia de fuerza entre los dos, Thor no puede derrotarla, lo que simboliza que la vejez siempre termina venciendo a la juventud. Los vikingos veían esto como un recordatorio de que el tiempo, tarde o temprano, nos pone a todos de rodillas, incluso a los más fuertes.
Conforme la civilización humana avanzó, nuestra relación con el tiempo pasó de la veneración a la medición, al control. Los primeros relojes que se conocen son los relojes de sol que usaban los griegos, los romanos y los egipcios. Estos aparatos usaban la posición del sol para proyectar una sombra sobre una superficie marcada, indicando la hora del día. Después vinieron los relojes de agua y los de arena, que medían el tiempo por la cantidad de agua o arena que caía a través de un agujero.
En China, en el siglo XI, un grupo de ingenieros creó un reloj de agua gigante, de más de 12 metros de altura, que usaba agua y un sistema de cubetas muy ingenioso. Cuando una cubeta se llenaba, se accionaba una palanca, la cubeta se movía y el agua empezaba a llenar la siguiente, dando una medición del tiempo bastante precisa, ¿eh?
Un gran avance en la tecnología de los relojes se produjo en 1927, cuando un ingeniero canadiense llamado Warren Marrison inventó el reloj de cuarzo. Este reloj utiliza las vibraciones precisas de un cristal de cuarzo al ser golpeado con una corriente eléctrica para medir el tiempo. Y sigue siendo el tipo de reloj más común hoy en día, más de 100 años después. El reloj atómico es el último avance en la tecnología de los relojes: utiliza las vibraciones de los átomos para medir el tiempo. Son tan precisos que no se desvían ni un segundo en 10.000 millones de años, ¡imagínate!
Y bueno, a medida que avanzaba nuestra capacidad para medir el tiempo, también crecía el interés científico por entenderlo. Isaac Newton fue el principal defensor de una visión absoluta y universal del tiempo. Él creía que el tiempo existía independientemente de cualquier observador, que era fijo e inmutable en todo el universo, que fluía de manera uniforme y que solo podía entenderse matemáticamente. Esta visión absoluta del tiempo, conocida como tiempo newtoniano, fue fundamental para su formulación de las leyes del movimiento y de la gravitación universal, y se mantuvo sin cambios hasta que llegó Albert Einstein a principios del siglo XX.
Einstein cuestionó la idea del tiempo absoluto y propuso el concepto de espacio-tiempo. La idea es que el espacio y el tiempo están íntimamente conectados, lo que significa que el tiempo se experimenta de manera diferente según la posición y el movimiento relativo de cada observador. Su teoría de la relatividad implica que el tiempo puede moverse más lentamente para una persona que se mueve a gran velocidad en relación con un observador fijo. En otras palabras, si te subieras a una nave espacial y te fueras a toda velocidad por la galaxia y luego volvieras a la Tierra, habrías envejecido menos que los que se quedaron aquí. Esta teoría se ve muy bien en la película Interstellar, ¿la has visto? Cuando el personaje de Matthew McConaughey regresa de su viaje espacial, se da cuenta de que es mucho más joven que su hija.
Así que, bueno, nuestro viaje desde la veneración hasta la medición y la comprensión nos lleva al presente, a nuestro deseo moderno de control. Los humanos vivimos más tiempo que nunca; la esperanza de vida media ha aumentado constantemente en los últimos 200 años. Tenemos tecnología y herramientas que nos hacen más eficientes con ese tiempo que nunca antes. Pero a pesar de todo este progreso, el control que buscamos sigue siendo esquivo.
Y para entender esta lucha moderna y encontrar una solución, vamos a recurrir a una fuente un poco inesperada: una novela infantil muy famosa.
Es que en "A través del espejo", la secuela de "Alicia en el país de las maravillas", hay una escena en la que Alicia está corriendo con la Reina Roja que es una metáfora perfecta para nuestra lucha con el tiempo. Alicia recuerda que iban corriendo de la mano, y la Reina iba tan rápido que apenas podía seguirle el ritmo. Y la Reina no paraba de gritar: "¡Más rápido! ¡Más rápido!". Pero lo más curioso es que los árboles y las cosas de alrededor no se movían en absoluto; por mucho que corrieran, no parecían adelantar nada.
Cuando Alicia le pregunta a la Reina Roja por qué no avanzan, la Reina le responde: "Pues aquí, ya ves, tienes que correr todo lo que puedas para mantenerte en el mismo sitio. Si quieres llegar a otra parte, tienes que correr por lo menos el doble de rápido!".
El Efecto Reina Roja, básicamente, dice que tenemos que correr para mantenernos en el mismo sitio, y que tenemos que correr aún más rápido si queremos avanzar. El término lo acuñó un biólogo estadounidense, Leigh Van Valen, en 1973, para describir la idea de que una especie tiene que evolucionar para sobrevivir. Si una especie no evoluciona más rápido que sus depredadores, sus competidores o su entorno, se quedará atrás, no desarrollará las características necesarias para sobrevivir y prosperar, y se extinguirá. Y aunque esta aplicación a la biología evolutiva es interesante, la aplicación del Efecto Reina Roja a nuestras vidas y carreras es mucho más relevante, ¿no crees?
Así que, si estás escuchando esto, lo más probable es que seas víctima de la paradoja de la Reina Roja: correr y correr solo para quedarte en el mismo sitio. Pero tranquilo, no estás solo.
Durante mi investigación, escuché cientos de historias de personas que se sienten igual. Un banquero de inversión que se pasa la vida viajando en avión para conseguir nuevos clientes y visitar a los que ya tiene. Un estilo de vida que le encantaba cuando tenía 20 o 30 años, pero que ahora, con 40 y pico, le está pasando factura. "No recuerdo la última vez que sentí que iba por delante", me decía. "Cada mañana me levanto y siento que ya voy tarde y que tengo que correr para alcanzar al resto".
Una jefa de marketing de unos 30 y tantos que siempre soñó con vivir en Nueva York. Pero ahora que vive allí, se siente abrumada por el ritmo frenético de la ciudad. Describe su vida como un partido de Pong, saltando de correos electrónicos a reuniones, sin apenas tiempo para ella misma. Siempre responde "Ocupada" cuando le preguntan cómo está, y no ve el final. "Incluso mis jefes tienen problemas para encontrar tiempo para vivir", me contaba.
Una estudiante de medicina de veintitantos que se siente abrumada por los exámenes y las entrevistas para la residencia. "Mis padres querían que fuera médico, y yo creía que también lo quería, pero si esto es una señal de lo que está por venir, me lo estoy pensando dos veces".
Una madre de cuarenta y tantos que antes era ejecutiva en una editorial, pero que decidió dejar su carrera para criar a sus dos hijos pequeños. Aunque le encanta ser madre, también lo describe como algo que no termina nunca. "Entre las comidas, las actividades, la limpieza y la hora de acostarse, siempre voy tarde, nunca por delante".
Un entrenador personal de unos treinta y tantos que quiere ser creador de contenido, pero que no ve cómo aumentar su impacto, dado que su tiempo y sus compromisos son limitados. "Me siento atrapado, como si mi tiempo me tuviera en una camisa de fuerza y me estuviera hundiendo en el río, pero no hay magia para liberarme".
Hay una historia antigua que lo resume muy bien: cuando una gacela se despierta por la mañana, sabe que tiene que correr más que el león o morirá, y cuando un león se despierta por la mañana, sabe que tiene que correr más que la gacela o morirá de hambre. Así que, seas la gacela o el león, cuando llega la mañana, más te vale empezar a correr. Así que estás corriendo, pero al igual que Alicia y la Reina Roja, no está claro si estás llegando a alguna parte.
En el último mes, ¿cuántas veces has respondido algo parecido a "¡Ocupado!" cuando te han preguntado cómo estás? Apuesto a que la cifra es alta, mucho más alta de lo que te gustaría admitir. Y es que quieres tener el control, pero con la mentalidad de que la riqueza económica es la medida de tu valía, si no estás "ocupado", se te considera un fracasado. La sociedad te dice que está bien que no tengas tiempo, siempre y cuando sea por perseguir más dinero. Estar ocupado se ha convertido en algo normal, en un símbolo de estatus. La mano invisible está aumentando la velocidad de tu cinta de correr.
Y lo peor es que esa misma ocupación, esa atención dispersa, es la razón por la que no tienes control sobre tu tiempo. Es la creadora de la lucha moderna.
Tu atención está más dividida que nunca. Incluso mientras escuchas esto sobre la importancia de la atención, probablemente sientes la necesidad de coger tu móvil. El concepto de residuo de atención lo identificó por primera vez una profesora de la Universidad de Washington, Sophie Leroy, en 2009. Ella define el residuo de atención como "la persistencia de la actividad cognitiva sobre una tarea A, incluso después de haber dejado de trabajar en esa tarea y estar realizando una tarea B". En otras palabras, cambiar tu atención de una tarea a otra tiene un coste cognitivo. Cuando cambias tu atención, queda un residuo de ella en la tarea anterior, lo que dificulta tu rendimiento cognitivo en la nueva tarea. Puede que pienses que tu atención se ha centrado completamente en la nueva tarea, pero tu cerebro necesita un tiempo para adaptarse. Y ese tiempo se ha hecho aún más largo en el mundo digital moderno, donde llevamos encima un montón de dispositivos que no paran de reclamar nuestra atención con sus notificaciones, sus pitidos y sus luces.
Seguro que se te ocurren ejemplos de esto: Estás en una reunión y sigues pensando en la reunión anterior. Vas corriendo de una actividad de tus hijos a otra, pero no recuerdas cómo has llegado allí. Te llega una notificación por correo electrónico y pierdes el foco en lo que estabas haciendo. Miras el móvil debajo de la mesa durante una conferencia y luego no puedes concentrarte en lo que dice el profesor. Estás hablando con un amigo o con tu pareja, pero tu mente está en el correo electrónico del trabajo que acabas de recibir, no en lo que te están diciendo.
Según las investigaciones, da igual si el cambio de tarea es grande (pasar de una tarea importante a otra) o pequeño (interrumpir una tarea importante para echar un vistazo rápido a algo sin importancia). Parar para mirar el correo o los mensajes es tan malo como pasar de un proyecto grande a otro. Cal Newport, un autor de éxito, lo explica muy bien cuando habla de la costumbre de "echar un vistazo rápido" a las notificaciones del móvil: "Si, como la mayoría de la gente, no pasas más de 10-15 minutos sin echar un vistazo rápido, te has puesto en un estado persistente de desventaja cognitiva autoimpuesta. Lo contrario, por supuesto, es imaginar la mejora cognitiva que supondría minimizar este efecto".
Las consecuencias de esta lucha moderna, de estar siempre ocupados, de las alertas digitales y de la atención dispersa, son terribles. Ashley Whillans, una investigadora y profesora de la Harvard Business School, señala los altos costes de la falta de tiempo en las personas: "Los datos que hemos recopilado demuestran una correlación entre la falta de tiempo y la infelicidad. Las personas que no tienen tiempo son menos felices, menos productivas y más estresadas. Hacen menos ejercicio, comen más grasas y tienen una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares".
En una encuesta de 2009, el 75% de los padres británicos dijeron que estaban demasiado ocupados para leer cuentos a sus hijos antes de dormir. Según un informe de 2021 de la plataforma de correo electrónico Superhuman, el 82% de los trabajadores del conocimiento revisan su correo electrónico en los primeros 30 minutos después de despertarse, y el 39% lo revisan en los primeros cinco minutos. El 84% de los ejecutivos estadounidenses han cancelado vacaciones para trabajar. Y un asombroso 80% de los profesionales dicen que no tienen tiempo para hacer todo lo que quieren. Donde a los niños de generaciones anteriores se les animaba a explorar su curiosidad, a los niños de la generación actual se les dice que llenen sus currículums con todas las actividades extraescolares y horas de voluntariado posibles, todo con la esperanza de correr un poquito más rápido que los demás en la misma carrera.
Tienes más tiempo que tus antepasados, pero menos control sobre cómo lo gastas. Tienes más tiempo, pero de alguna manera tienes menos tiempo para las cosas que de verdad te importan.
Tenemos que correr todo lo que podamos para mantenernos en el mismo sitio.
Estás corriendo más rápido y durante más tiempo, pero no estás llegando a ninguna parte, al menos a ninguna parte que valga la pena.
Pero hay una solución.
Desde un punto de vista científico, la teoría de Einstein de que el tiempo es relativo fue revolucionaria, pero desde un punto de vista filosófico, la idea de que no todo el tiempo es igual existe desde hace miles de años. Los antiguos griegos tenían dos palabras diferentes para el tiempo: *chronos* y *kairos*. *Chronos* se refiere al tiempo secuencial y cuantitativo, al flujo natural de partes iguales de tiempo. *Kairos* se refiere a un tiempo más fluctuante y cualitativo, a la idea de que ciertos momentos son más importantes que otros, de que no todo el tiempo es igual. *Kairos* nos recuerda que el tiempo no solo pasa y fluye, sino que también tiene sustancia, textura y peso, pero solo si somos lo suficientemente perceptivos para reconocerlo y aprovecharlo. *Kairos* sugiere que ciertos momentos tienen propiedades únicas, que la acción correcta en el momento correcto puede crear resultados y un crecimiento enormes.
Por ejemplo, no todo el tiempo es igual. Hay momentos de especial importancia, momentos *kairos*, en los que podemos invertir nuestra energía para obtener el mayor rendimiento posible.
Y esta es la base de la solución a esta lucha moderna: Identificar esos momentos de mayor impacto y dirigir nuestra atención hacia ellos.
No tienes por qué sentir que vas tarde. Puedes ir por delante.
Es hora de dejar de correr más rápido y empezar a correr de forma más inteligente.