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Calculating...

A ver, a ver, déjame contarte algunas cosas sobre el manejo del dinero que, ¡híjole!, me hubiera encantado saber a los veintitantos. Son como... atajos financieros, ¿sabes? Cosas que realmente hacen la diferencia.

Mira, para empezar, la frugalidad no es ser tacaño, ¿eh? Es más bien elegir en qué quieres gastar a lo grande y, ¡sin piedad!, recortar gastos en lo que te da igual. Es decir, si te chifla el café de especialidad, pues adelante, gástatelo. Pero a lo mejor puedes ahorrar en otras cosas que no te importan tanto, ¿me explico?

Y luego, deja de preocuparte por esas decisiones financieras pequeñitas que, al final, no cambian nada. Olvídate de si te gastas un poquito más o un poquito menos en el café, ¿vale? Enfócate en las preguntas importantes, las que valen la pena. Pregúntate por las comisiones de inversión, por cómo tienes distribuidos tus activos, por si estás negociando bien tu sueldo, los intereses de la hipoteca, los préstamos estudiantiles... esas cosas sí que importan a largo plazo.

¡Ah! Y esto es fundamental: siempre, siempre, ten un fondo de emergencia en efectivo. Entre seis y doce meses de tus gastos, ¿eh? Cuando las cosas vayan bien, ponte las pilas y ahorra todo lo que puedas para ese fondo. Te juro que solo con eso te vas a quitar un montón de ansiedad cuando pienses en dinero.

También es buena idea fijarte una regla para ahorrar e invertir un porcentaje específico de tus ingresos brutos anuales. Por ejemplo, puedes empezar ahorrando un 5% e invirtiendo un 10%, o lo que te parezca mejor. Lo importante es automatizar esos depósitos para que no te lo pienses dos veces y lo hagas sí o sí.

Y hablando de gastos, gasta solo lo que tienes. ¡Ni se te ocurra acumular deuda en la tarjeta de crédito! Úsala como si fuera una tarjeta de débito, o sea, como si el dinero saliera directamente de tu cuenta bancaria cada vez que la pasas. Y págala entera todos los meses, ¡sin falta!

Ah, y algo que la gente exitosa siempre hace: planificar con anticipación. No esperes a que te haga falta para empezar a planear.

Y mira, a veces, lo barato sale caro. Así que, si puedes, compra lo mejor y cuídalo para que te dure lo máximo posible. Yo, por ejemplo, prefiero gastar un poco más en electrónica de buena calidad porque sé que va a durar más, o en ropa que no se rompe tan fácilmente, o en cámaras que son fiables. Algunas de esas cosas, incluso, se pueden heredar.

A ver, otra cosa: prueba todo. Cuando contrates un servicio nuevo, como un plan de teléfono, elige el más caro y pon un recordatorio en el calendario para revisarlo en unos meses. Durante ese tiempo, controla cuánto lo usas y luego baja el plan si es necesario. Haz lo mismo con todo: el cable, Netflix, el gimnasio, las suscripciones... Lo mejor es hacerlo un mes antes de que se renueve, porque así tienes tiempo de comparar opciones y decidir si te cambias o no. Y, como la empresa no quiere perderte como cliente, seguro que te ofrecen algo mejor para que te quedes.

Sé ahorrador contigo mismo, pero generoso con los demás.

Y, por favor, si una inversión o una oportunidad financiera te parece demasiado buena para ser verdad, ¡desconfía! Recuerda que nadie da duros a pesetas.

¡Ah! Y esto es importante: los fondos indexados sí que son una ganga. Tienen los costes más bajos, mejores rendimientos, menos impuestos, no requieren esfuerzo y tienen menos riesgo. Yo recomiendo tener al menos el 90% de tu cartera en fondos indexados.

Si alguien te intenta vender algo usando palabras raras y jerga financiera, ¡huye! Corre en dirección contraria lo más rápido que puedas.

Y, por favor, mantente invertido en la bolsa. Es muy fácil entrar en pánico y vender cuando hay una caída grande, pero vender tus acciones en el peor momento puede ser la peor decisión financiera que tomes. Deja de intentar adivinar cuándo va a subir o bajar el mercado. Programa un depósito automático mensual a una cuenta de inversión, aunque sea una cantidad pequeña. Y, ¡ojo!, no mires la cuenta. No le hagas caso. Una inversión de 100 dólares al mes en el S&P 500 en los últimos diez años valdría ahora unos 20.000 dólares. ¡Déjalo crecer!

A ver, otra cosa: da propina extra en las fiestas. Dale un pequeño regalo a los trabajadores que te prestan servicios regularmente, como los repartidores, los que recogen la basura, los de la limpieza... Es un detalle que agradecen mucho y una forma sencilla de dar buena onda en Navidad.

Y, bueno, ponte reglas para el manejo del dinero. Cada uno funciona de una manera distinta. No hay una fórmula mágica que sirva para todos. Si sabes que tienes un mal hábito con el dinero, crea una regla para evitarlo.

Ah, y negocia tus facturas. Mucha gente no lo sabe, pero se pueden negociar un montón de facturas con una simple llamada. Puedes ahorrar dinero en el seguro del coche, el plan de teléfono, el gimnasio (aunque es más difícil), el cable, las tarjetas de crédito... Es fácil: llama a la empresa, diles que eres un buen cliente y que no quieres irte por un problema de dinero, y pregunta qué pueden hacer para bajar tus tarifas. ¡Funciona!

Y usa la regla de los treinta días para ahorrar. Si quieres comprar algo que no es imprescindible, date treinta días para pensarlo. Si después de ese tiempo sigues queriendo comprarlo, ¡adelante!

A ver, la diferencia entre ser ahorrador y ser tacaño: los tacaños se preocupan por el precio de las cosas. Los ahorradores conscientes se preocupan por el valor. Los tacaños intentan conseguir el precio más bajo en todo. Los ahorradores conscientes intentan conseguir el precio más bajo en la mayoría de las cosas, pero están dispuestos a gastar a lo grande en lo que realmente les importa.

Y lucha por la simplicidad en tus finanzas. Cuanto más exitoso seas con el dinero, más tienes que luchar para que tus finanzas sean sencillas. Cuando las cosas son fáciles, puedes controlar tu dinero y tomar decisiones con más seguridad.

Y, ojo, la forma en que te sientes con el dinero no tiene nada que ver con la cantidad que tienes en el banco. Muchos creen que si tuvieran mil dólares más, o diez mil más, o cien mil más, dejarían de preocuparse y se sentirían bien con el dinero. ¡Malas noticias! No importa cuánto tengas, no va a cambiar cómo te sientes. Para sentirte bien con el dinero, tienes que saber tus números y mejorar tu psicología del dinero, gastando sin remordimientos en lo que te importa y pagando lo menos posible por lo que no.

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