Chapter Content
A ver, a ver... ¿por dónde empiezo? Ay, es que a veces nos metemos unas ideas en la cabeza... Parece que todo lo que hacemos tiene que tener un sentido, una coherencia, ¿no? Como si tuviéramos que seguir un camino predefinido hacia un propósito final. Últimamente, la sociedad está, digamos, obsesionada con carreras "con propósito," esa idea de que cada uno de nosotros tiene una vocación única, un llamado especial. De hecho, la frase "encuentra tu propósito" se ha disparado en los libros, ¡más de un 700 por ciento en los últimos veinte años! Una barbaridad, vamos.
Y, mira, la búsqueda de ese "propósito" se presenta como una alternativa a seguir un camino convencional, conformista o egoísta. Pero yo creo que, en realidad, simplemente reemplaza un tipo de conformidad por otro. Al centrarnos tanto en ese "propósito," pensamos que estamos creando un camino único, cuando en realidad, y esto es importante, limitamos nuestro potencial de crecimiento y aprendizaje.
Te pongo un ejemplo: Ron Finley. Si este hombre se hubiera aferrado a la idea de que su vida profesional tenía un único propósito, ¡se habría perdido un montón de cosas! Al principio, se hizo famoso como diseñador de ropa en Los Ángeles, con una colección que se vendía en las tiendas más grandes del país. Se metió en la moda porque sentía que no había suficientes diseñadores que crearan ropa específicamente para personas de color. Era como un proyecto personal, pero con un éxito comercial impresionante, ¿eh? Pero, claro, llegó una crisis económica y las tiendas dejaron de llamar. El sueño de ser un sastre de primera, que era lo que quería entonces, ya no era viable.
Y justo en esa época, empezó a frustrarse porque tenía que viajar un montón para encontrar productos saludables. Era más fácil comprar drogas que tomates orgánicos, fíjate. Su barrio, en el sur de Los Ángeles, era un desierto alimentario, ¡o una "prisión alimentaria," como él lo llamaba! Tenías que escapar de ahí para encontrar comida sana. Entonces, en lugar de conducir horas para comprar un tomate, decidió plantar frutas y verduras en la tierra que había entre la acera y la calle, delante de su casa. ¡Imagínate!
Lo que empezó como un experimento se convirtió en una revolución. A Ron lo multaron por cultivar sin permiso, pero él no se rindió y empezó una petición. Al final, la ciudad de Los Ángeles tuvo que cambiar la ley. ¡Le invitaron a dar una charla TED! Y así nació el movimiento del "guerrilla gardening" (jardinería de guerrilla), que defendía la jardinería urbana como un acto revolucionario, una liberación de un sistema alimentario que no funciona.
Él me contó que lo que empezó como la intención de plantar unos tomates se había convertido en un Edén comunitario: "Eso es un peral, eso es un naranjo, eso es compost... Tenemos higos, granadas, mandarinas, albaricoques y manzanas. Pusimos plátanos hace un año y ya están dando frutos," me dijo mientras paseaba por la acera frente a su casa.
Y, como suele pasar, el éxito llama al éxito. La fama inesperada de Ron como líder ecológico le abrió nuevas puertas en el mundo de la moda, que parecía ya olvidado. Ahora es diseñador y educador, ¡y padre, activista, artista, y quién sabe qué más! Formar parte de varias "tribus," cada una reflejando una parte de su identidad, lo ha hecho mucho más seguro de sí mismo. Estas comunidades, aunque no sean enormes, le dan un apoyo constante que lo ayuda en momentos de incertidumbre.
La historia de Ron demuestra una verdad muy bonita: todos tenemos posibilidades ilimitadas. Por eso, el "propósito" nunca es un único descubrimiento. La vida es una oportunidad continua. Como dice él: "Cuando la gente me pregunta a qué me dedico, les digo que respiro. Soy un respirador profesional. Creamos esas falsas transiciones, hacemos que parezca que todo está separado, como si separáramos un jardín de un estado, de un país, y a nosotros mismos de la naturaleza. Yo no pasé de la moda a la jardinería a ser un humanitario. Como jardinero, ya era un humanitario. Cuando diseño, sigo siendo un jardinero. Sigo siendo creativo. Y sigo siendo un padre. Aunque pases de ser médico a ser escritor. Para mí, se trata de libertad. Todo está ya dentro de nosotros."
Cuando pensamos en nuestra vida, deberíamos imaginar que queremos crear una historia que enganche. No una tragedia griega con reglas estrictas, sino un cuento que te atrapa desde el principio, que rompe con lo típico. Hay una guionista que dice que solo hay una regla en el mundo del cine: "¿El lector quiere pasar la página?"
Cuando nos obsesionamos con encontrar un único propósito, nos perdemos esas "misiones secundarias" que nos ayudan a crecer de verdad. Nuestra vida no tiene que seguir actos y arcos narrativos predecibles. Las mejores historias están llenas de sorpresas, con personajes interesantes y giros inesperados. Para no repetir historias viejas, tenemos que liberarnos de los guiones que escribimos para nosotros mismos.
A ver, es que... Vivimos con ciertos "guiones mentales," ¿sabes? Desde pequeños aprendemos cómo "deberían" ser las cosas. Por ejemplo, cuando vamos al médico, sabemos qué esperar: pedir cita, esperar en la sala de espera, que nos llamen... Tenemos una idea clara de cómo se desarrolla la situación.
Estos "guiones" nos dan seguridad porque nos ayudan a entender el mundo que nos rodea. Pero también pueden convertirse en cadenas que nos impiden ver otras posibilidades. Nos limitan y nos hacen seguir caminos que no son realmente nuestros. Existen muchísimos guiones, pero yo veo tres que son muy comunes: el guion de la "secuela," el guion del "complaciente" y el guion de la "epopeya."
El guion de la "secuela" es cuando pensamos que nuestra vida tiene que ser una continuación lógica de lo que hemos hecho antes. Es como si estuviéramos escribiendo una serie de libros basados en el mismo personaje y el mismo argumento. Si estudiaste Empresariales, el siguiente paso "lógico" es trabajar en una consultora. Si Ron Finley hubiera seguido este guion, se habría rendido con lo de los jardines y seguiría haciendo ropa.
Luego está el guion del "complaciente." Es cuando hacemos cosas para complacer a los demás, para encajar en la sociedad. Queremos ser médicos, abogados, profesores... o tener un trabajo en una empresa prestigiosa. Queremos que nuestros padres estén orgullosos de nosotros, aunque eso signifique renunciar a nuestros sueños. ¡A mi madre le dio un ataque cuando le dije que dejaba Google!
Y, por último, el guion de la "epopeya." Es ese guion que nos dice: "¡Sigue tu pasión! ¡Haz lo que amas! ¡Persigue tus sueños!" Es el guion más peligroso de todos, porque nos hace creer que tenemos que encontrar un propósito grandioso y que, si lo encontramos, automáticamente seremos felices y exitosos. Ron Finley tuvo éxito con la moda, pero muchas veces estos guiones terminan en fracaso.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Pues, lo primero es darnos cuenta de que estamos siguiendo un guion. Es importante que nos preguntemos: ¿Estoy siguiendo mi pasado o descubriendo mi camino? ¿Estoy siguiendo a la multitud o descubriendo mi tribu? ¿Estoy siguiendo mi pasión o descubriendo mi curiosidad?
Una vez que somos conscientes de nuestros guiones, podemos empezar a "desaprenderlos." Como decía Alvin Toffler, el analfabeto del futuro no será el que no sepa leer ni escribir, sino el que no sepa aprender, desaprender y volver a aprender.
Para desaprender nuestros guiones, tenemos que convertirnos en antropólogos de nuestra propia vida. Tenemos que observar nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestras emociones... como si fuéramos un científico estudiando una nueva cultura.
Durante un día, te invito a que juegues a ser un antropólogo de ti mismo. Crea una nota en tu teléfono y llámala "Notas de campo." Luego, cada vez que algo te llame la atención, escribe la hora y unas pocas palabras. No intentes capturarlo todo. Usa tu curiosidad como brújula.
En esas notas, puedes incluir tus momentos de inspiración, tus cambios de energía, tus emociones, tus interacciones sociales... También puedes crear un álbum de fotos o un cuaderno de dibujo. El objetivo es crear un registro de tu vida que te ayude a descubrir patrones interesantes.
Después de veinticuatro horas, tendrás un tesoro de información sobre un día normal en tu vida. Dedica tiempo a leer tus notas y a reflexionar. Busca temas recurrentes, detalles interesantes y sentimientos generales que aparezcan una y otra vez.
Por ejemplo, podrías darte cuenta de que te sientes con energía cuando hablas de ciertos temas o de que tus estados de ánimo tienden a ser mejores cuando participas en proyectos en grupo. Quizás siempre te sientes creativo cuando realizas un tipo específico de tarea o que las conversaciones con ciertas personas tienden a generar más ideas.
También presta atención a lo que no está ahí. ¿Sientes que te falta algo? ¿Anhelas algo diferente?
Una vez que hayas analizado tus datos, puedes formular una hipótesis. Por ejemplo, si observas que te sientes con energía cuando hablas de ciertos temas, podrías preguntarte: "¿Cómo puedo incorporar más de esto en mi vida diaria?"
Luego, convierte esta pregunta en una hipótesis. No te compliques demasiado. Se trata simplemente de una idea que quieres poner a prueba. Por ejemplo: "Si me da miedo hablar en público, quizás las clases de improvisación me ayuden a tener más confianza."
Y así, poco a poco, puedes ir diseñando experimentos y convirtiendo tu vida en un laboratorio gigante de autodescubrimiento. Recuerda que el objetivo no es llegar a un destino fijo, sino explorar tu potencial, impulsado por la curiosidad. ¿Qué podría encontrar en ese camino?