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Calculating...

A ver, a ver... ¿por dónde empiezo? Yo creo que, en el fondo, la vida no es tan complicada como nos la hacemos nosotros mismos. Y una de las cosas que estoy intentando quitar de mi vida, así como sea, es la palabra "debería". Cada vez que aparece un "debería" en mi cabeza, casi siempre esconde una culpa o una imposición social, ¿no? Si haces algo porque "deberías", es porque en el fondo no quieres hacerlo, y eso de ir en contra de tus propios deseos, pues te amarga la vida, ¿sabes? Así que, a intentar hacer menos cosas que "debería".

El enemigo de la paz interior son esas expectativas que la sociedad y los demás te meten en la cabeza. Te dicen, por ejemplo, "¡Anda, ponte en forma! ¡Arréglate!". Y ahí estás tú, jugando un juego donde te evalúan constantemente, a ver si lo haces bien o mal. También te dicen: "¡Anda, haz dinero! ¡Cómprate una casa grande!". Otra vez, un juego de competencia, donde te están juzgando todo el tiempo. En cambio, lo de ser feliz, de verdad, eso es algo interno. No necesitas que nadie te diga si estás avanzando o no, si lo estás haciendo bien o mal. Es una competencia contigo mismo, un juego de una sola persona.

Y es que, como humanos, somos animales sociales, igual que las abejas o las hormigas. Estamos programados para seguir ciertas reglas sociales, para buscar la aprobación de los demás. Y claro, al final ya ni sabemos cómo jugar y ganar esos juegos individuales. Estamos metidos de lleno en la competencia social, en el juego de muchos.

Pero la verdad es que la vida es un juego individual. Naces solo, mueres solo, interpretas el mundo solo. Tus recuerdos son solo tuyos. A nadie le importabas antes de nacer, ni le importará después de que te vayas. Estás aquí solo unas décadas, es una partida individual.

Por eso, quizás, es tan difícil mantener la constancia con el yoga o la meditación. Porque son cosas puramente internas, que no tienen un valor externo, son juegos de una sola persona.

Mira, ¿te has puesto a pensar si preferirías ser el peor amante del mundo a ojos de todos, pero el mejor para ti mismo, o ser el mejor amante del mundo para todos, pero el peor para ti? Esa pregunta, en realidad, es un ejemplo perfecto de cómo hay dos sistemas de evaluación: uno interno y otro externo.

Ahí está la clave: todas las evaluaciones que de verdad importan son las internas. Y hablando de cosas difíciles de superar, la envidia... ¡Uf! Yo, cuando era joven, era muy envidioso. Pero, con el tiempo, he aprendido a controlarla. Aunque, ojo, de vez en cuando todavía asoma la cabeza, ¿eh? La envidia es un sentimiento muy dañino, porque, al final, no te mejora la vida en nada. Solo te hace sentir mal, mientras que la persona a la que envidias sigue siendo exitosa, guapa y teniendo todo lo que tú quieres.

Hasta que un día me di cuenta de que, en realidad, yo solo envidiaba ciertos aspectos de la vida de los demás. Y no se puede tener solo lo que envidias. No puedes querer solo el cuerpo, la riqueza o la personalidad de alguien. Si vas a cambiar vidas, tienes que aceptar toda su vida, con sus reacciones, sus deseos, su familia, su felicidad, su visión del mundo, su autoimagen... ¿Aceptarías eso? Si no estás dispuesto a cambiar al 100%, entonces la envidia no tiene sentido.

Cuando me di cuenta de eso, la envidia desapareció casi al instante. Porque no quiero ser nadie más. Estoy contento de ser quien soy. Y, por cierto, hasta eso de "ser feliz siendo uno mismo" está en mi poder, aunque la sociedad no me vaya a dar ningún premio por ello.

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