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A ver, a ver, vamos a hablar un poco sobre cómo mantener la calma, ¿no? Que en estos tiempos es súper importante. La cosa es que el estrés no es blanco o negro, es como todo en la vida, es un espectro. De hecho, a la hora de rendir en momentos importantes, tener muy poco estrés puede ser tan malo como tener demasiado.
Hay una cosa que se llama la Ley de Yerkes-Dodson, un modelo bastante sencillo de cómo se relacionan el rendimiento y el estrés. En resumen, lo que dice esta ley es que el estrés y el rendimiento están relacionados de forma positiva, pero solo hasta cierto punto. A partir de ahí, más estrés empieza a bajar el rendimiento, ¿me entiendes? Es como que hay un punto óptimo.
Hay tres estados de los que tenemos que ser conscientes: el estrés bajo, que es un estado de poca activación, ideal para recuperarnos; el estrés óptimo, que es el punto justo, ni mucho ni poco, perfecto para rendir en tareas importantes; y el estrés alto, que es ese estado de sobrecarga en el que nos encontramos muy a menudo, y que puede hasta llegar a un bloqueo total del sistema.
Lo ideal sería estar en ese estado de estrés óptimo cuando necesitamos rendir, y luego cambiar rápidamente al estado de estrés bajo para recuperarnos. Pero la verdad es que casi todos nos pasamos de la raya, nos metemos demasiado en el estrés alto y no nos tomamos el tiempo necesario para volver al estrés bajo y recuperarnos.
Entonces, ¿cómo hacemos para resetear el estrés y entrar en ese estado de recuperación? Pues hay tres técnicas de respiración que están respaldadas por la ciencia y que nos pueden ayudar muchísimo. Vamos a verlas.
Primero, tenemos el método 4-7-8. Este es muy efectivo para activar ese estado de calma que necesitamos para dormir. De hecho, yo lo uso casi todos los días. ¿Cómo funciona? Muy fácil: Inspiramos por la nariz durante cuatro segundos, aguantamos la respiración durante siete segundos, y luego exhalamos por la boca durante ocho segundos. Repetimos esto dos o tres veces, y listo.
Otra técnica interesante es la respiración del león. Esta viene de las tradiciones yóguicas de la India. Para hacerla, nos sentamos cómodamente en el suelo, nos inclinamos un poco hacia adelante y apoyamos las manos en el suelo. Fijamos la mirada en la punta de la nariz. Inspiramos profundamente por la nariz. Luego, sacamos la lengua y la dirigimos hacia la barbilla, y exhalamos con fuerza haciendo un sonido como "¡Ha!". Ojo, si eres principiante, no hace falta que la exhalación sea súper fuerte. Repetimos esto dos o tres veces también.
Y por último, tenemos el suspiro fisiológico. Ya hemos hablado de él antes, como una forma de moderar el estrés para hablar en público con eficacia. Pero también es muy bueno para promover la calma. Lo hacemos de forma natural cuando tenemos mucho dióxido de carbono en la sangre. Lo que hace es liberar ese dióxido de carbono muy rápido, y eso nos produce una sensación de relajación. ¿Cómo se hace? Inspiramos dos veces por la nariz, primero lento y luego rápido. Y luego exhalamos largo por la boca hasta que se nos acabe el aire de forma natural, sin forzar. Lo repetimos dos o tres veces.
El estrés es parte de la vida, no hay duda. Pero si aprendemos a controlarlo, a estar en el estado de estrés óptimo cuando toca, y en el estado de estrés bajo para recuperarnos, vamos a rendir mucho mejor. Así que, ¡prueba estas tres técnicas de respiración! Verás cómo poco a poco conviertes el estrés en tu aliado, o al menos en un conocido que te cae bien, ¿no? Venga, ¡a practicar!