Chapter Content
A ver, a ver, por dónde empiezo... Pues mira, vamos a hablar un poco sobre el cuerpo humano, pero desde una perspectiva... no sé, más histórica, más amplia, ¿no?
Imagínate, hace siglos, pero siglos, siglos... Bueno, allá por el siglo I antes de Cristo, con Julio César al mando del Imperio Romano, había un tipo llamado Marco Vitruvio Polión. Este hombre era un genio, diseñaba máquinas de guerra y, bueno, luego se hizo famoso por escribir un libro sobre arquitectura, "De Architectura". Vamos, un clásico.
Vitruvio estaba obsesionado con la idea de que el cuerpo humano estaba conectado con el universo. Él creía que las proporciones del cuerpo eran importantísimas, ¿sabes? Algo así como, "la perfección del cuerpo humano se refleja en la perfección de un templo". En plan, la longitud del pie es un sexto de la altura del cuerpo, el antebrazo un cuarto, el ancho del pecho también un cuarto... ¡Una locura!
Y claro, esta obsesión de Vitruvio le llegó a Leonardo da Vinci, ¡imagínate! A Leonardo le flipó la descripción del hombre ideal de Vitruvio y... ¡tachán! Creó el famoso Hombre de Vitruvio. Ese dibujo del hombre perfecto en dos posiciones superpuestas. Un genio, ¿qué te voy a contar? Algunos otros intentaron algo parecido, pero el toque de Leonardo... uff, inigualable, arte y ciencia a partes iguales.
Y fue por entonces, más o menos, que Leonardo escribió algo así como "El hombre es un mundo en miniatura". Y tenía razón, ¿eh? Su fascinación por la anatomía humana, las líneas, las proporciones, los movimientos... fue clave para el Renacimiento. Despertó un interés por el cuerpo humano que se había perdido durante la Edad Media, cuando el cuerpo era visto como algo pecaminoso, ¿te imaginas?
Y fíjate, la influencia de Leonardo llega hasta nuestros días. Desde el David de Miguel Ángel hasta los gimnasios llenos de espejos... ¡todo viene de ahí! Es una locura cómo una idea puede tener tanto impacto, ¿no crees?
Pero bueno, cambiando un poco de tema, vamos a hablar de la salud física a lo largo de la historia.
Durante miles de años, la salud física, interna y externa, era parte integral de la vida. Nuestros antepasados eran nómadas, cazadores-recolectores. Se movían constantemente buscando comida y refugio. Los hombres cazaban animales, corrían, saltaban, trepaban... Las mujeres cuidaban a los niños y recolectaban frutos, semillas, raíces... ¡No paraban! Su supervivencia dependía de su capacidad física.
Luego llegó la Revolución Agrícola, hace unos 10.000 años. Y ahí la cosa cambió. Ya no tenían que moverse tanto, tenían una rutina más repetitiva cultivando la tierra y comiendo siempre lo mismo. Los restos de esas sociedades muestran que tenían menos densidad ósea y menos masa muscular, sobre todo en la parte superior del cuerpo. Aunque seguían haciendo ejercicio, ya no era tan importante como antes. Eso sí, vivían un poco más, gracias a que el día a día era menos peligroso.
Después, la humanidad entró en una época de guerras y conquistas a gran escala. Los imperios se construían con ejércitos enormes que necesitaban logística y suministros. El guerrero se convirtió en el modelo a seguir. Los hombres se entrenaban para la guerra, para alcanzar la gloria y la inmortalidad como los héroes antiguos. Por ejemplo, en Esparta, los bebés que nacían débiles los abandonaban en una montaña. A los siete años, los niños empezaban un entrenamiento militar muy duro. ¡Eran los únicos hombres en el mundo a los que la guerra les daba un respiro!
Y fue más o menos por entonces cuando el ideal del guerrero llegó al deporte. Desde siempre la gente ha hecho juegos y competiciones atléticas, pero los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia fueron lo más. Los atletas de diferentes ciudades competían por la gloria. Al principio solo había una carrera de 192 metros, pero luego fueron añadiendo más pruebas. Para los griegos, el ejercicio y la dieta eran fundamentales para la salud física y mental. Filósofos como Platón y Aristóteles lo decían clarísimo.
Pero bueno, después los romanos conquistaron Grecia, y con la llegada del cristianismo en la Edad Media, la importancia del cuerpo pasó a segundo plano. El cuerpo era pecaminoso, y la solemnidad de la iglesia reemplazó la alegría del gimnasio. El ejercicio cayó en el olvido durante mil años, ¡mil años!
Hasta que llegó el Renacimiento y tipos como Leonardo y Miguel Ángel le devolvieron la vida al estudio del cuerpo humano. Y luego, un médico italiano llamado Girolamo Mercuriale publicó un libro sobre el arte del ejercicio y, ¡boom!, nació el movimiento moderno de la salud y el bienestar.
Más adelante, Darwin publicó su teoría de la evolución, y un tal Herbert Spencer acuñó la frase "supervivencia del más apto". Y de repente, estar en forma se convirtió en un símbolo de estatus. Era una forma de compararse con los demás.
Y para rematar, un francés llamado Pierre de Coubertin resucitó los Juegos Olímpicos. En 1896 se celebraron los primeros Juegos Olímpicos modernos en Atenas. Y desde entonces, el deporte y la obsesión por el rendimiento físico se han convertido en parte de nuestra cultura.
Y llegamos a nuestros días... Ahora es casi imposible pasar un día sin ver una nueva moda de salud o bienestar que promete juventud, fuerza, belleza... ¡De todo! Dietas, ejercicios... Estamos bombardeados por información y publicidad que nos dicen qué necesitamos para estar sanos y felices.
La industria de la salud y el bienestar es un negocio enorme. ¡Trillones de dólares! Cuidado personal, alimentación saludable, ejercicio, turismo de bienestar... Es una locura. Cada aparato que promete abdominales perfectos, cada alimento milagroso que promete juventud... Nos obligan a luchar contra los mejores vendedores del mundo, que son muy buenos en su trabajo. Te muestran tus imperfecciones, te enseñan cómo podría ser tu mundo perfecto y te dicen que solo necesitas un producto para conseguirlo.
Pero, a ver, seamos sinceros: ¡es casi todo mentira!
La regla del 80/20 dice que el 80% de los resultados provienen del 20% de las causas. En el mundo de la salud y el bienestar, esto significa que la mayoría de los resultados se consiguen con unas pocas cosas básicas: moverse a diario, comer alimentos naturales y dormir y descansar bien.
Ojo, no digo que los productos y servicios de salud no tengan valor. ¡Yo he probado muchos! Pero siempre deben ser algo secundario, nunca confundirlos con los pilares básicos de la salud física.
En un mundo que te dice que tienes que perseguir todo a la vez, tienes que concentrarte. Si te centras en lo secundario antes de dominar lo básico, estás jugando en modo difícil. Así que, desarrolla una base sólida con los pilares fundamentales y aplícalos constantemente en tu camino hacia la salud física. Y verás, verás...