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Vale, vale, a ver por dónde empiezo... Últimamente he estado pensando mucho, ¿sabes? En cómo vivimos, en lo que priorizamos... y me he topado con esta idea de la "riqueza mental". Suena un poco raro, lo sé, pero tiene mucho sentido.
Se trata, básicamente, de cómo cultivamos nuestra mente, cómo la nutrimos para que nos sirva bien. Y lo curioso es que la pregunta clave, la que te pone a pensar de verdad, es: ¿qué te diría tu yo de diez años? Piénsalo un momento... ¿Estaría orgulloso? ¿Decepcionado? Da que pensar, eh?
Según esto, la riqueza mental tiene como tres pilares fundamentales, ¿no? El primero es el "propósito". Tener claro, clarísimo, qué es lo que te mueve, qué es lo que le da sentido a tu vida. Una visión, vaya. Algo que te impulse a tomar decisiones, tanto a corto como a largo plazo, y que te impida vivir la vida que otros quieren para ti. Es decir, no seguir el rebaño, ¿sabes?
Luego está el tema del "crecimiento". La necesidad, casi la obsesión, por mejorar, por cambiar, por evolucionar. Entender que nuestra inteligencia, nuestra capacidad y nuestro carácter son cosas que podemos moldear, que no son fijas, vamos.
Y por último, pero no menos importante, el "espacio". Necesitamos ratitos de soledad, de tranquilidad, para pensar, para resetearnos, para hacernos preguntas difíciles y para recargar las pilas, claro. Escuchar esa vocecita interior que a veces se nos olvida que tenemos.
Y bueno, para medir un poco todo esto, existe como una especie de "test", un cuestionario rapidito. Te preguntan cosas como si sueles ser curioso como un niño, si tienes un propósito claro, si buscas crecer constantemente, si crees que puedes cambiar y adaptarte, y si te tomas tiempo para ti mismo, para pensar. Respondes con un número del cero al cuatro, dependiendo de si estás muy en desacuerdo o muy de acuerdo, y luego sumas los puntos. Te da una idea de dónde estás, ¿no?
Una vez que tienes esa "puntuación base", toca ponerse metas. ¿A dónde quieres llegar en un año? ¿Qué puntos intermedios tienes que alcanzar para lograrlo? Pero también hay que pensar en lo que quieres evitar. ¿Qué cosas no quieres que pasen en ese camino?
Y la clave, como siempre, está en los sistemas. ¿Qué rutinas, qué hábitos puedes implementar para avanzar hacia esa meta? Cosas pequeñas, pero que sumen con el tiempo, ¿me entiendes?
Y para empezar, te proponen un ejercicio que se llama "ikigai". Que básicamente consiste en hacer tres listas. Una con las cosas que te encantan, las que te dan vida, las que te hacen feliz. Otra con las cosas en las que eres bueno, las que te salen sin esfuerzo. Y otra con lo que el mundo necesita de ti. Bueno, "tu mundo", entendiendo tu entorno, tu familia, tu trabajo, etc.
La idea es encontrar la intersección, el punto en común entre esas tres listas. Ahí, en ese cruce, puede estar tu propósito, o al menos, un buen punto de partida para empezar a explorarlo.
Así que ahí lo dejo. Unas cuantas ideas para reflexionar sobre cómo estamos viviendo y cómo podemos mejorar nuestra "riqueza mental". A mí, por lo menos, me ha hecho pensar... y eso ya es mucho, ¿no?