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Ay, Dios mío, por dónde empiezo... Bueno, digamos que voy a contarte una historia, una historia que te va a hacer pensar, ¿sabes?
Imagínate un pueblo, un pueblo que, bueno, lo vamos a llamar Poplar Grove, para no dar nombres, ¿vale? Y en este pueblo, pues, todo parece perfecto. Todo el mundo es amable, las casas son bonitas, las calles son limpias... Un día, un agente inmobiliario, un tal Richard, que tampoco es su verdadero nombre, me lleva a dar una vuelta.
Richard, un tío alto y majo, conocía a todo el mundo. Iba saludando a la gente por la calle, me señalaba las casas y me contaba quién vivía ahí, cuántos hijos tenían, a qué se dedicaban... ¡Un censo andante! Y él me decía, "Aquí tenemos de todo: seguridad, buenos vecinos, la sensación de que puedes contar con los demás".
El centro del pueblo era como sacado de los años 50, con sus iglesias de ladrillo rojo, su centro comunitario, su biblioteca... Y las casas, bueno, casas unifamiliares, nada de apartamentos, ni alquileres, ni nada que "atrajera diversidad", como decía Richard. Un pueblo muy homogéneo, con un "sistema de valores compartido": buenas notas, deportes, ir a la mejor universidad... Ya me entiendes, ¿no? Un ambiente, como decirlo, "colegial", por decirlo suave.
Porque, a ver, a Richard le encantaba su pueblo, pero también sentía cierta incomodidad. Como si algo no cuadrara del todo, ¿sabes? Y es que Poplar Grove, pues, no es el típico pueblo que sale en las noticias. Si pasaras por la carretera, ni te pararías. Pero seguro que conoces algún pueblo parecido, uno de esos pueblos estadounidenses donde todo gira en torno a la escuela y los eventos deportivos, donde la gente conoce a sus vecinos y se siente segura. Un lugar idílico para criar a los niños, aparentemente.
Unos sociólogos, Seth Abrutyn y Anna Mueller, empezaron a estudiar Poplar Grove casi por casualidad. Y se quedaron alucinados. Era un pueblo precioso, con un fuerte sentido de comunidad, una escuela de las mejores del estado, campeonatos deportivos por todos lados, producciones teatrales espectaculares...
Y a pocos kilómetros, otro pueblo, Annesdale, también bonito, pero con apartamentos, gente de diferentes razas, casas más baratas y una escuela no tan prestigiosa. "Yo no iba a mandar a mi hijo allí", le dijo una madre a Mueller. "No es que hubiera nada malo, pero Poplar Grove... es Poplar Grove".
La idea era que, si tus hijos crecían en Poplar Grove, seguirían el camino marcado: serían activos, populares, estudiarían mucho, tomarían buenas decisiones y, al final, volverían a Poplar Grove. En fin, un paraíso... o eso parecía.
Los sociólogos escribieron un libro sobre su experiencia, "Life Under Pressure" ("Vida Bajo Presión"), y descubrieron que los habitantes de Poplar Grove compartían unos valores de una manera asombrosa. Era un "nosotros" constante, una obsesión por el éxito académico y deportivo. Los chavales decían que conocían a todo el mundo, que podían pedir ayuda a cualquiera, que se sentían apoyados.
Pero, ¿sabes qué? Que este "sentido de comunidad" tenía un lado oscuro. En Poplar Grove, todo el mundo sonaba igual. Los estudiantes se mortificaban si sacaban un 4 en un examen, porque "todo el mundo" sacaba sobresalientes. Las conversaciones giraban en torno a cuántas clases avanzadas ibas a tomar, a qué equipo deportivo te ibas a unir, si habías ganado el campeonato... ¡Una presión constante!
Y lo peor es que no había alternativas. No había espacio para ser diferente. Tenías que ser el skater de buenas notas, el friki popular, el punk que entraba en la universidad que quería... ¡Qué agobio! Los sociólogos intentaron encontrar chavales que rechazaran estas normas, pero era muy difícil. Incluso los que se consideraban "rebeldes" seguían obsesionados con el éxito académico.
Claro, que todo esto hacía que Poplar Grove tuviera una escuela de las mejores del estado y que los padres se sintieran seguros. Pero la falta de diversidad, la falta de alternativas, hacía que el pueblo fuera muy vulnerable. Si algo salía mal, la infección se extendía rápidamente.
Porque, a ver, en una escuela normal, hay de todo: gente que le gusta estudiar, gente que no, gente que es extrovertida, gente que es tímida... Y esa diversidad es buena, porque los adolescentes están intentando descubrir quiénes son y necesitan encontrar a gente con la que se sientan cómodos. Pero en Poplar Grove, no había esa diversidad. Era como si todos tuvieran que encajar en el mismo molde.
Por eso Richard, el agente inmobiliario, prefirió mandar a sus hijas a la escuela del pueblo vecino, Annesdale. Él quería que sus hijas vivieran en un ambiente más "real", donde no hubiera tanta presión por ser extraordinario. Él decía que los padres de Poplar Grove estaban "fuera de sí" con el tema de las notas y las universidades de élite.
En fin, un lío, ¿no? Y es que, a veces, las cosas que parecen perfectas, pues, no lo son tanto.
Y aquí es donde la historia se pone aún más rara. ¿Te acuerdas de los guepardos? Pues, resulta que, en los años 70, los zoológicos empezaron a criar guepardos en cautividad, pero no tenían mucho éxito. Los guepardos no se reproducían bien. Y los científicos no entendían por qué. Parecía que eran animales perfectos, con una constitución física increíble. Pero, por alguna razón, eran "esquivos".
Hasta que un genetista, Stephen O'Brien, descubrió la verdad: los guepardos eran todos iguales. Genéticamente hablando, eran idénticos. Resulta que, en algún momento de la historia, la población de guepardos se había reducido a un número muy pequeño, quizás menos de cien, ¡o incluso menos de cincuenta! Y para sobrevivir, tuvieron que aparearse entre ellos, hermanos con hermanas, primos con primas... Y eso hizo que perdieran toda su diversidad genética.
¿Y qué pasó? Pues, que cuando apareció una enfermedad, todos los guepardos eran susceptibles. No había ninguno que fuera resistente. Y eso casi los lleva a la extinción. La falta de diversidad, ya ves, es muy peligrosa.
Y ahora, vuelve a Poplar Grove. ¿Qué pasó allí? Pues, que un día, una chica joven llamada Alice saltó de un puente. Sobrevivió, pero su intento de suicidio conmocionó al pueblo. ¿Por qué una chica que "lo tenía todo" había intentado quitarse la vida?
Seis meses después, una compañera de clase y de equipo de Alice, Zoe, saltó del mismo puente. Esta vez, no sobrevivió. Y cuatro meses después, otro compañero de clase, Steven, se quitó la vida con una pistola. En poco tiempo, Poplar Grove había sufrido tres intentos de suicidio y dos muertes.
Pasaron siete años, y parecía que todo había quedado atrás. Pero entonces, dos chicos más se suicidaron en tres semanas. Y luego, una chica "popular", Kate, saltó del mismo puente. Y a partir de ahí, la cosa fue a peor. En la década entre 2005 y 2016, la escuela de Poplar Grove, una escuela de unos 2.000 estudiantes, perdió a cuatro chicas adolescentes, dos estudiantes de secundaria y al menos doce graduados recientes por suicidio. ¡Una barbaridad!
Unos números, digamos, nada normales para una escuela de ese tamaño. ¡Una locura! Y claro, la gente se preguntaba cómo había podido pasar esto en un pueblo tan "seguro". Pero los sociólogos tenían una teoría: Poplar Grove era un monocultivo. Un ambiente homogéneo, sin diversidad, donde la presión por el éxito era asfixiante.
Cuando llegó la primera muerte, fue una anomalía. Cuando volvió a pasar, fue una preocupación. Pero cuando pasó una y otra vez, se convirtió en algo "normalizado". Y lo peor es que los chavales que se suicidaban eran, muchas veces, los que parecían "perfectos", los que encarnaban el ideal de Poplar Grove. Y eso hacía que los demás se preguntaran: "Si ellos no pueden sobrevivir, ¿cómo voy a hacerlo yo?".
Es como lo de los guepardos. Si todos son iguales, si todos son susceptibles a la misma enfermedad, pues, la enfermedad se extiende rápidamente. En Poplar Grove, la "enfermedad" era la depresión, la ansiedad, la presión por el éxito... Y como todos estaban expuestos a lo mismo, pues, la cosa se descontroló.
Y volviendo a los guepardos, ¿qué hicieron para salvarlos? Pues, traer guepardos de otros lugares, guepardos con genes diferentes, guepardos que fueran resistentes a las enfermedades. Y así, poco a poco, la población de guepardos se fue recuperando.
Entonces, la pregunta es: ¿qué podía hacer Poplar Grove para romper ese monocultivo, para crear un ambiente más diverso, más tolerante, donde los chavales pudieran ser diferentes? Pues, una opción sería mandar a los hijos a la escuela del pueblo vecino, como hizo Richard. Pero claro, eso significaría renunciar a la "perfección" de Poplar Grove, renunciar a las buenas notas, a los campeonatos deportivos, a las universidades de élite... Y eso es algo que los padres de Poplar Grove no estaban dispuestos a hacer.
Es como si prefirieran poner en riesgo a sus hijos con tal de mantener su "paraíso". Una cosa muy loca, ¿no crees? Es como si la cura fuera peor que la enfermedad.
Y aquí viene la moraleja de la historia: que a veces, nos empeñamos en crear ambientes homogéneos, ambientes donde todos sean iguales, donde todos piensen igual, donde todos tengan las mismas aspiraciones... Y eso puede ser muy peligroso. Porque las epidemias, ya sean de enfermedades físicas o mentales, aman los monocultivos. Y nosotras también.
Y los investigadores, Abrutyn y Mueller, aunque sabían todo esto, no pudieron evitar que siguieran habiendo más suicidios. Eso sí, ahora están en Colorado, trabajando con otra escuela que parece estar en una situación aún peor. ¡Tremendo!
Y para terminar, algo que te va a dejar pensando: el mensaje de la directora de una de las escuelas primarias de Poplar Grove, que dice que su misión es "proporcionar un ambiente positivo y desafiante donde todos los estudiantes alcancen el éxito académico, social, emocional y físico". ¡Desde pequeños! El monocultivo empieza temprano en Poplar Grove.
¡Qué fuerte!