Chapter Content

Calculating...

A ver, a ver... por dónde empiezo. Hay una cosa que me lleva dando vueltas en la cabeza últimamente... y es que creo que la mayoría de nosotros, bueno, casi todos, cometemos un error garrafal. Pensamos que la felicidad va a llegar cuando cambie algo en el exterior, ¿sabes? Que si tengo esto, que si logro aquello, entonces sí seré feliz. Y... no sé, yo ya no lo veo así.

Ojo, no estoy inventando la rueda, eh. Esta idea no es mía, ni mucho menos. De hecho, es una sabiduría muy antigua, de esas que te encuentras en el budismo. Pero, digamos que hasta ahora no la había entendido realmente a un nivel profundo. Me di cuenta de que tenía un concepto un poco... equivocado de la felicidad.

Te pongo un ejemplo, así para que me entiendas. Me compré un coche nuevo, ¿vale? Y estoy esperando a que me lo entreguen. Entonces, pues claro, estoy súper pendiente, ¿no? Metiéndome en foros, investigando cosillas... Y me pregunto, ¿por qué hago todo esto? Si al final es un coche normal y corriente, que tampoco va a cambiar mi vida radicalmente. Sé perfectamente que en cuanto lo tenga, se me va a pasar la emoción.

Aquí el quid de la cuestión es que estoy enganchado al "deseo" de tener ese coche. Esa obsesión con que algo externo me va a dar felicidad es, al fin y al cabo, una especie de... bueno, de locura, ¿no? De espejismo.

En el fondo, buscar la felicidad fuera de uno mismo es como... como buscar agua en el desierto. No digo que lo material no importe, ojo. Como seres sociales, tenemos que cumplir con ciertas responsabilidades, ¿no? La vida se trata de reducir el caos en la medida de lo posible, lo que se llama "entropía local", esa es nuestra tarea aquí. Cada uno tiene la suya. No podemos estar todo el día tirados en la playa meditando, ¿verdad? Hay que realizarse, contribuir, tener un propósito.

Pero, si pensamos que cambiando el mundo exterior vamos a encontrar la paz interior, la alegría permanente, la felicidad merecida... es que estamos soñando despiertos. Todos, yo el primero, caemos en esa trampa. Nos aferramos a esa idea de "cuando tenga eso, seré feliz". Y ese es el error fundamental que repetimos una y otra vez.

Nuestra gran ilusión es esa: creer que hay algo que nos va a satisfacer para siempre, que nos va a hacer felices eternamente.

El deseo es como un pacto que hacemos con nosotros mismos, ¿sabes? Un pacto que dice: "no voy a ser feliz hasta que consiga lo que quiero". Y creo que la mayoría no somos conscientes de que esa es la verdadera naturaleza del deseo. Vivimos constantemente deseando cosas y luego nos preguntamos por qué no somos felices.

Yo, por lo menos, me he dado cuenta de que el deseo es la fuente de mi sufrimiento. Por eso intento estar muy atento a mis deseos, para elegir con cuidado cuáles quiero tener. Mi objetivo es no tener más de un deseo a la vez, en la medida de lo posible. Y aun así, sé que con un solo deseo ya me estoy buscando problemas, ¿eh?

Hace poco entendí algo importante: es más útil trabajar en ajustar tus deseos que en hacer cosas que no te nacen al cien por cien.

Cuando somos jóvenes y tenemos energía, podemos hacer muchísimas cosas. Y cuantas más cosas hacemos, más deseos tenemos. Y no te das cuenta de que ese patrón está perjudicando tu felicidad. Yo me he fijado que, cuanto más joven eres, cuanto mejor está tu cuerpo, menos feliz eres. Y al revés, conforme te haces mayor y el cuerpo ya no responde igual, la felicidad aumenta. Curioso, ¿verdad?

De jóvenes tenemos tiempo y salud, pero no tenemos dinero. En la mediana edad tenemos dinero y salud, pero no tenemos tiempo. Y de viejos tenemos dinero y tiempo, pero no tenemos salud. El que lo tiene todo es el que consigue tener tiempo, salud y dinero a la vez.

Y claro, cuando la gente siente que ya tiene suficiente dinero... ya no tiene ni tiempo ni salud. Qué cosas, ¿eh?

Go Back Print Chapter