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Calculating...

A ver, a ver… ¿de qué vamos a hablar hoy? Ah, sí, del capital y la riqueza. Mira, es un tema que da para mucho, eh. O sea, la verdad es que la palabra “capital” la usamos para todo, ¿no? Para hablar de las fábricas, las oficinas, las máquinas que necesita una empresa… pero también para medir la riqueza, la pasta que tiene una persona o una institución. Y claro, esto viene de antes, de cuando la riqueza personal y los bienes productivos eran casi lo mismo. Pero, vamos a ver, ¡eso ya no es así!

O sea, una cosa es el capital como factor de producción, y otra muy distinta el capital como medida de la riqueza. Y, ¡ojo!, que ninguna de las dos cosas está directamente ligada al control de las empresas modernas. Porque hoy en día, la mayoría de las empresas están en manos de gestores profesionales. Estos ejecutivos tienen el poder, pero no porque sean dueños de las fábricas o tengan una fortuna personal. ¡Qué va! Su poder viene del cargo que tienen en la organización. Sí, muchos directivos son ricos, pero se han hecho ricos *gracias* a su trabajo, ¿me explico? La causa y el efecto están al revés. No es que controlan la economía porque tienen dinero, sino que tienen dinero porque controlan la economía. Piénsalo: gente como Jeff Bezos o Elon Musk tienen su fortuna gracias a las acciones que tienen en sus empresas, y los “empleados de alto nivel”, los que tienen sueldazos, acumulan fortunas con bonos y opciones. Es así.

Entonces, ¿qué pasa? Pues que a veces se confunde capital con riqueza, ¿sabes? Hay gente que las usa como si fueran sinónimos, y bueno… no es tan simple. A ver, sí es verdad que a veces hay que distinguir entre la riqueza creada por el ser humano –edificios, maquinaria– y la tierra y los recursos naturales. Pero, vamos a ver, esa distinción no es lo más importante para entender cómo funciona una empresa moderna. Y, además, puede dar una idea equivocada del papel de la tierra en la producción actual. Por ejemplo, el precio de una oficina en el centro de Londres depende tanto del edificio como del terreno donde está construida. Pero el terreno en esa zona vale mucho más que un campo normal, ¿por qué? Pues por la acción del ser humano, no porque sea más fértil, ¿me entiendes?

Entonces, volviendo a lo de antes, aunque históricamente el capital y la riqueza hayan estado relacionados, hoy en día no son lo mismo y no se pueden usar como sinónimos así como así, sin más. Gracias a las inversiones que se hicieron en autopistas, puentes y fábricas de coches, ahora podemos movernos con facilidad. Gracias a las inversiones en trenes y metros, las ciudades funcionan. Y gracias a las inversiones en cables, tuberías y demás, tenemos luz, agua e internet. Pues bueno, casi nada de esa infraestructura es parte de la riqueza personal de nadie. ¡Ojo! Que los gobiernos pueden crear y vender derechos sobre esas infraestructuras, pero eso es otra historia.

Por otro lado, la deuda pública y los depósitos bancarios son parte importante de la riqueza personal e institucional, pero no son factores de producción. Y el valor de las acciones de empresas como Amazon o Apple no refleja el valor de sus fábricas o almacenes, sino las expectativas de ingresos futuros. La mayor parte de la riqueza de los que salen en las listas de ricos está en activos financieros, no en fábricas o casas de lujo. Al mismo tiempo, las fábricas, los almacenes, los centros de datos que necesitan esas empresas valen mucho menos que las empresas en sí, y son propiedad de gente que no tiene nada que ver con la gestión de esas empresas.

Y a ver, ¿cómo se mide el valor del capital como factor de producción? Pues normalmente se suma todo lo que se ha gastado en crearlo. Las oficinas de estadística de los gobiernos hacen estimaciones usando un método llamado "inventario perpetuo". Los estadísticos registran la inversión nueva en cada año y en cada categoría, y la suman a la estimación del capital nacional del año anterior. Luego, claro, se tiene en cuenta la depreciación, es decir, el desgaste físico de los equipos y la obsolescencia, que es cuando una cosa se queda anticuada y ya no sirve. Pero claro, como no se puede hacer un inventario detallado de todo cada año, la depreciación es una medida bastante aproximada.

En fin, que este método es parecido a la contabilidad de coste histórico, que es la que se ha usado tradicionalmente en las empresas. Pero hoy en día nos interesa más el valor actual de las cosas que su coste histórico. Por ejemplo, construir la línea de tren a Bristol costó una barbaridad hace casi 200 años, pero aunque actualizáramos esa cifra, ¿de qué nos serviría?

Por eso, la contabilidad moderna tiende a usar el "valor justo", pero ¿qué significa "justo" en este contexto? Pues depende. En Europa prefieren usar el valor de mercado de los activos, si existe un mercado. Y en América son más conservadores y prefieren ajustar los valores a la baja, pero no al alza.

Por ejemplo, si miras la composición del capital de varios países occidentales, verás que la vivienda es el componente más importante. De media, la mitad del valor de los activos físicos de una economía moderna está en viviendas. Antiguamente, las empresas construían casas para sus trabajadores, como hacían los dueños de las fábricas.

Antes, los ricos, sobre todo los aristócratas, compraban terrenos y los alquilaban a los constructores para que construyeran casas. Luego, esas casas se alquilaban o se arrendaban, de forma que los dueños seguían teniendo control sobre sus propiedades. Pero esto cambió en el siglo XX, cuando la gente empezó a poder comprar sus propias casas. Ahora, en muchos países, la mayoría de las viviendas son propiedad de sus habitantes.

Luego está la infraestructura, como las carreteras y las alcantarillas, que suelen ser propiedad del Estado. Y también están los locales comerciales, como tiendas, oficinas y almacenes. Y, por último, están las fábricas y la maquinaria que usan las empresas. La mayoría de estos bienes son propiedad de empresas especializadas, como los fondos de inversión inmobiliaria.

Fíjate que, cuando los terroristas atacaron las Torres Gemelas, destruyeron un símbolo del capitalismo moderno y mataron a miles de personas. Pero ¿quién era el dueño de esas torres? Pues, en realidad, eran propiedad de una empresa familiar que las había alquilado por muchos años.

Y bueno, ¿qué significa "ser dueño" de las alcantarillas de Londres, por ejemplo? Pues las gestiona una empresa que tiene una licencia del gobierno. Esa empresa tiene derechos legales y sus acciones son propiedad de un grupo de inversores. Pero la empresa está casi en quiebra, no porque no sea rentable dar agua y gestionar las aguas residuales, sino por una serie de problemas financieros.

Entonces, ¿quién controla realmente las alcantarillas? Pues el gobierno británico, que puede cambiar las leyes y las normas. Así que, en realidad, el concepto de "propiedad" no sirve para describir las relaciones económicas en el mundo actual.

Y bueno, después del ataque a las Torres Gemelas, las empresas afectadas siguieron trabajando desde otros sitios. Lo importante era que la economía siguiera funcionando.

Por ejemplo, el capital que se invirtió en la construcción de la línea de tren a Bristol se usó para construir la línea, las estaciones y los talleres. En ese momento, era el proyecto industrial más grande de la historia. Luego, la línea se extendió a otros lugares.

Después, el gobierno británico obligó a que todas las empresas de ferrocarriles se fusionaran. Luego, nacionalizó los ferrocarriles. Y más tarde, los privatizó. Ahora, la línea de tren a Bristol la gestiona una empresa que tiene un contrato con el gobierno. Los trenes son propiedad de empresas especializadas en el alquiler de trenes. Y las vías son propiedad de una empresa estatal.

¿Y quiénes son los dueños de esas empresas? Pues fondos de pensiones, compañías de seguros… Nadie que se parezca al típico capitalista de los carteles comunistas. La persona que más se acerca a ese estereotipo es un hombre muy rico de Hong Kong que empezó fabricando flores de plástico. Pero nadie de los que trabajan en el ferrocarril se siente explotado por él.

En resumen: las empresas que alquilan aviones o almacenes a otras empresas son propiedad de grandes inversores que no quieren ni saben cómo gestionar esas empresas.

El concepto de "divorcio entre propiedad y control" se inventó hace mucho tiempo para describir el auge de los gestores profesionales que no eran dueños de las empresas. Pero la creación de mercados de servicios de capital es un cambio mucho más importante en la forma en que entendemos las empresas.

Todos estos servicios de capital son necesarios para que las empresas funcionen. Pero el hecho de que una empresa tenga que comprar esos servicios no significa que el proveedor controle a la empresa.

Si los gestores de una empresa no quieren ceder ante las exigencias de su proveedor de capital, pueden buscar otro proveedor. De hecho, a veces es más fácil cambiar de proveedor de capital que de proveedor de agua o electricidad.

La mayoría de los locales comerciales son propiedad de fondos de inversión inmobiliaria o de instituciones como compañías de seguros y fondos de pensiones. Y cada vez es más común que los bienes inmuebles de las empresas sean adquiridos por empresas offshore opacas. Se cree que estas empresas representan a personas de Europa del Este, el Golfo Pérsico y Asia que ven Londres como un refugio para su riqueza.

Muchos nunca habrán oído hablar de AerCap o Equinix o GATX o Prologis. El empleado de Amazon no sabe quién es el dueño del almacén donde trabaja, y probablemente su jefe tampoco lo sabe. Y no lo saben porque no importa. Trabajan para Amazon, con su inteligencia colectiva y su estructura de gestión.

Alrededor de dos tercios de la flota de aviones de AerCap se financia con deuda, sobre todo de bancos importantes, y el resto con capital, sobre todo de fondos de pensiones. Si el poder político y económico de las economías modernas estuviera en manos de los dueños de los bienes de las empresas, ahí es donde estaría el poder. Pero el poder político y económico no está en manos de los dueños de los bienes de las empresas.

Hace un siglo, la gente podría haber ido a la fábrica de Ford. O, más recientemente, haber ido al edificio de General Motors en Nueva York. Pero GM ya no está ahí, y el edificio es ahora propiedad de un grupo de inversores. Si los revolucionarios de hoy fueran a Cupertino o Seattle o Wilmington, Delaware, para atacar a Apple o Amazon, descubrirían que los medios de producción de las empresas modernas son muy difíciles de encontrar.

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