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A ver, a ver, ¿por dónde empiezo? Pues, estaba pensando sobre esta idea de "maximizar el valor para el accionista". ¿Sabes? Esa cosa que se puso tan de moda... Y me parece increíble cómo algo que sonaba tan bien, como una solución a los problemas de las empresas, terminó siendo... bueno, digamos que no funcionó como se esperaba.
Todo esto empezó, o al menos se popularizó, con Jack Welch, el CEO de General Electric. Aunque él mismo, años después, lo calificó como "la idea más estúpida del mundo". Imagínate. Después de tanto defenderla, ¡zas! Se retracta. Claro que luego se medio retractó de la retractación, ¡un lío! Pero el daño ya estaba hecho. La idea se había extendido como la pólvora.
La cosa es que, aparentemente, la idea era que los directivos debían enfocarse en aumentar el valor de las acciones de la empresa. Que así, todos ganaban. Pero, ¿en serio? ¿Alguien se imagina a un cajero de Walmart pensando en cómo maximizar el valor para los accionistas mientras pasa los productos por el escáner? No lo creo. Ni Bill Gates ni Jeff Bezos querían que ese fuera su epitafio.
Entonces, llegaron los economistas... y la teoría de los mercados eficientes. ¡Ah, qué cosas! Según esta teoría, toda la información disponible ya está reflejada en el precio de las acciones. O sea, que el mercado, como un todo, lo sabe todo. Así que, si un directivo se enfoca en subir el precio de las acciones, automáticamente está haciendo lo correcto para la empresa a largo plazo.
Pero, a ver, seamos serios. ¿En serio el mercado sabe más que los propios directivos de una empresa? Suena un poco... raro, ¿no? Warren Buffett lo dijo clarísimo: "Observaron correctamente que el mercado era frecuentemente eficiente, y luego concluyeron incorrectamente que era siempre eficiente. La diferencia entre estas proposiciones es noche y día". Exacto.
Además, esta obsesión con el valor para el accionista llevó a cosas como los esquemas de remuneración para ejecutivos basados en el precio de las acciones. La idea era alinear los intereses de los directivos con los de los accionistas. Pero, ¿qué pasó? Que los directivos empezaron a usar estos planes para enriquecerse a sí mismos, a veces a costa de la empresa. ¡Vaya paradoja!
Y aquí viene otra cosa: ¿cómo mides si alguien realmente maximizó el valor para el accionista a largo plazo? Es casi imposible. Ni Alfred Sloan ni Steve Jobs se preocuparon por eso. Ellos se enfocaron en construir grandes empresas, y el valor para el accionista fue una consecuencia, no el objetivo principal.
Al final, lo importante es construir un gran negocio. Una empresa que aporte valor a sus clientes, que motive a sus empleados, que tenga una visión clara y un propósito. El valor para el accionista vendrá después, de forma natural.