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Calculating...

A ver, a ver, vamos a hablar un poquito de... incertidumbre, ¿no? Algo que está ahí, siempre presente, sobre todo con todo esto de la tecnología que avanza a una velocidad de vértigo. Hay una frase de Blaise Pascal que me gusta mucho, que dice: "No es cierto que todo sea incierto". Y es que... bueno, es para pensarlo, ¿no?

Fíjate, antes, cuando las cosas se estropeaban, como que uno podía meter mano, ¿no? Yo qué sé, me acuerdo cuando tenía un VW del 2002, si le pasaba algo, abría el capó y más o menos podía ver qué le pasaba, diagnosticarlo, intentar arreglarlo... Ahora, con mi coche nuevo, si se para de repente en medio de la calle, ¡adiós muy buenas! A llevarlo al taller para que un ingeniero le "arregle" el software. Puedo influir en el coche, claro, puedo hacer que se mueva, que pare, que gire, pero ya no lo controlo como antes. Y lo mismo pasa con la tele, el timbre de la puerta, ¡todo!

Todo funciona con software, y ya no puedo desmontarlo y arreglarlo si falla. Y es que no podemos controlar lo que no entendemos, y la mayoría de la gente (incluido yo, eh) no entiende los algoritmos que hacen que mi coche frene solo si voy a chocar, o que me avisen al móvil si alguien está en la puerta. Es como que el control se va sustituyendo por influencia, y eso hace que el mundo se sienta más incierto, ¿no crees?

La incertidumbre y la tecnología es como una serpiente que se muerde la cola, ¿sabes? El miedo a la incertidumbre nos hace buscar eliminarla a toda costa, y eso hace avanzar la civilización. Pero la tecnología que nace de ese avance genera su propia incertidumbre. Al final, muchas de las incertidumbres que eliminamos nos hacían más fuertes, porque nos exponían a situaciones que nos hacían mejorar. En cambio, muchas de las nuevas incertidumbres nos hacen más débiles, porque no sabemos cómo reaccionar a sus consecuencias, que a veces ni siquiera entendemos.

Y, bueno, yendo un poco más allá, imagínate que entras a la sala de operaciones de una empresa financiera hoy en día. ¡No te la reconocerías! Ya no hay nadie gritando, con el teléfono pegado a la oreja, ni tecleando frenéticamente. Si Gordon Gekko visitara una sala de operaciones moderna, la confundiría con una biblioteca.

Los algoritmos que ahora hacen las operaciones financieras son más rápidos, más silenciosos y no cometen errores humanos... supuestamente. Pero a la vez, cambian las reglas del juego, ¿no? Los algoritmos permiten operar hasta el quinto decimal. ¡Imagínate! A ese nivel, el tipo de cambio de una moneda es tan variable que a veces solo refleja ruido, o simple azar. Eso hace que la operación sea más incierta que nunca. Y si a eso le sumas la velocidad a la que se opera, pues... la mente humana no puede procesarlo.

La tecnología, como el trading algorítmico, a veces quita incertidumbre en un nivel, pero la introduce (y la amplifica) en otro. Hay unos investigadores, Martin Hilbert y David Darmon, que dicen que el trading algorítmico disminuye la incertidumbre a nivel micro, pero la aumenta a nivel macro. Y creen que eso se debe a la interacción entre la complejidad y la incertidumbre.

Pero, a ver, no todo es negativo, ¿eh? Hay ejemplos de cómo hemos aprendido a manejar la incertidumbre a gran escala. Algunos historiadores dicen que Angkor, la antigua capital del imperio Khmer, se convirtió en la ciudad preindustrial más grande del mundo porque sus habitantes aprendieron a controlar la incertidumbre de manera impresionante. En el siglo IX, construyeron una red de gestión del agua que cubría un área más grande que Berlín. Eso les garantizaba agua suficiente, y por lo tanto arroz, para un millón de personas, incluso en los años más secos. Así que, fíjate, compensaban la incertidumbre de las lluvias monzónicas. La ciudad era un centro de arte y conocimiento, y la gente venía de todas partes. El rey Suryavarman II mandó construir el templo de Angkor Wat, dedicado a Vishnu, que todavía sigue en pie.

Pero según algunos investigadores, esa misma innovación que hizo de Angkor una ciudad tan impresionante fue también la causa de su caída. Resulta que la red de gestión del agua era tan eficiente que eliminó todo el margen de error. Así que cuando cambió el patrón de las lluvias monzónicas, el sistema ya no pudo abastecer los arrozales, de los que dependía un millón de personas. La gente se había acostumbrado tanto a tener agua que se olvidó de lo que era la escasez. Y cuando llegó la escasez, no supieron cómo afrontarla. Así que la ciudad se vino abajo. Al tratar de controlar la incertidumbre, se olvidaron de que existía.

Claro, la exposición repetida a incertidumbres tangibles y que podemos afrontar hace que un sistema sea más robusto. Te mantiene alerta, te obliga a tener planes de contingencia para cuando pasa algo inesperado. Cada golpe al sistema te muestra sus debilidades, para que puedas reconstruirlo mejor. Pero si eliminamos la incertidumbre por completo, nos olvidamos de cómo lidiar con ella. Es como si nadas siempre en una piscina pequeña, no te agobiarás en el océano. Pero si casi nunca tocas el agua, hasta un charco te pondrá nervioso. Por eso, introducir un poco de caos en un sistema puede hacerlo más resistente a los golpes inesperados.

Fíjate, los ingenieros de Netflix crearon una herramienta con esta idea en mente. La llamaron "Chaos Monkey", que significa "mono del caos". La idea era simular fallos en el sistema, como si un mono salvaje estuviera destrozando los cables del centro de datos. Así, cuando pasaba un fallo de verdad, ya estaban preparados para solucionarlo.

Además de hacer el sistema más robusto, esta estrategia tiene dos ventajas para la tranquilidad mental, ¿eh? Primero, te sientes más seguro sabiendo que estás preparado para lo peor. Y segundo, si pasa lo peor, no te entra el pánico, porque ya sabes cómo reaccionar.

De hecho, en muchas empresas ya están haciendo este tipo de pruebas de caos como parte de su protocolo de seguridad. Hay un caso de un tal BB, que trabaja en una multinacional que está pasando por una transformación digital. Su equipo había integrado inteligencia artificial en un servicio que antes necesitaba mucha corrección de errores. La IA hizo que el servicio funcionara como un reloj. Ya no había errores, así que el equipo podía dejar que la IA lo gestionara y dedicarse a otras cosas. Todo iba de maravilla, hasta que un día el sistema se cayó y hubo que arreglarlo urgentemente. El equipo de BB no sabía qué hacer. Hacía tanto tiempo que no tocaban el código que se habían olvidado de cómo arreglarlo.

Después de ese desastre, BB introdujo una nueva estrategia: romper el servicio de forma intencionada y aleatoria, como si fuera un simulacro de incendio. Así, el equipo no perdería la capacidad de reaccionar ante la incertidumbre y estaría preparado para cuando se presentara.

A ver, cuando nos enfrentamos a la incertidumbre, nunca sabemos cuál es el peor escenario posible, ¿eh? Conocemos el peor escenario que ha pasado hasta ahora, pero eso no nos dice nada de lo que está por venir. No podemos prepararnos para la incertidumbre futura asumiendo que tendrá una forma y una magnitud concretas. Es mejor prepararse para cualquier incertidumbre entrenándonos para reaccionar de la manera más eficaz. Y una forma de practicar esto es exponiéndose regularmente a cierta volatilidad, idealmente en entornos controlados.

Al final, nuestra incomodidad con la incertidumbre puede ser un obstáculo importante para la eficiencia mental en un mundo complejo. Las preocupaciones y las ansiedades consumen nuestros recursos mentales, desvían nuestra atención y distorsionan el pensamiento racional. Una sensación de control y orden puede ayudar a reducir la ansiedad que proviene de la incertidumbre, incluso si ese control y orden existen en un ámbito diferente. Esto explica por qué muchas culturas organizativas que existen en un ambiente de incertidumbre severa e implacable tienen más reglas de orden y comportamiento que las culturas que no lo hacen. La cultura militar en todo el mundo, por ejemplo, se basa en una estricta organización jerárquica y altas expectativas de disciplina personal. Mantener el orden perfecto en la forma en que haces la cama y lustras las botas la noche anterior no reducirá la probabilidad de pasar por encima de una mina terrestre mañana, pero psicológicamente te da la ilusión de tener más control.

Entonces, hay básicamente dos maneras de hacerle frente, ¿no? Entrenar el autocontrol y usar rituales.

Entrenar el autocontrol... A ver, tu percepción de una experiencia estresante depende de la intensidad de tu reacción mental y fisiológica ante ella. Si puedes mantener la calma en momentos de incertidumbre, sufres menos. Por lo tanto, una de las mejores maneras de prepararte para futuras incertidumbres es entrenando tu autocontrol.

Hay un deporte que se llama "wingsuit BASE jumping", que básicamente es saltar desde un acantilado con un traje que te permite planear. Se considera el deporte más peligroso del mundo. Los que practican este deporte vuelan a velocidades de más de 200 kilómetros por hora, y cualquier error, por pequeño que sea, puede ser fatal. Jeb Corliss, uno de los mejores en este deporte, dice que no fue el coraje lo que le llevó a saltar, sino su deseo de vencer el miedo.

Con seis años, Jeb aprendió a controlar su miedo a las serpientes. Pensó que si podía controlar su reacción emocional ante sus mayores miedos, podría dominarlos. Así que empezó a buscar serpientes pequeñas y se obligó a superar su terror. Cuando lo consiguió, pasó a serpientes más grandes y peligrosas, siempre poco a poco. Y siguió una estrategia similar con el salto BASE: empezó con saltos pequeños y fue aumentando el nivel de peligro. Este hombre ha logrado hacer cosas impresionantes, como cortar cuerdas de globos a pocos metros del suelo.

Los Navy SEALs, las fuerzas especiales de la marina de Estados Unidos, también usan este principio. Parte fundamental de su entrenamiento es exponer a los reclutas a situaciones aterradoras, para que aprendan a controlar sus reacciones y a mantener la calma. Por ejemplo, tienen una prueba en la que tienen que permanecer bajo el agua durante veinte minutos mientras un instructor intenta quitarles el equipo de respiración. El objetivo es que aprendan a mantener la concentración y a no entrar en pánico cuando están sin oxígeno.

Unos investigadores entrevistaron a varios deportistas de élite, medallistas olímpicos y campeones del mundo, y a sus entrenadores, para entender cómo se llega a un nivel tan alto de rendimiento. Y descubrieron que muchas de las prácticas que seguían estaban dirigidas a entrenar el autocontrol:

1. Imaginar todos los escenarios "terribles" posibles (sin perder el control)
2. Experimentar niveles de presión mental cada vez mayores (sin perder el control)
3. Exponerse deliberadamente a obstáculos o fracasos (sin perder el control)

Claro, en la mayoría de los trabajos no hay oportunidades para entrenar el autocontrol. Así que lo mejor es hacerlo fuera del trabajo, con algún hobby o pasatiempo, como el yoga, caminar en la cuerda floja, o incluso actividades más extremas, como expediciones.

Y luego está lo de usar rituales.

Las supersticiones y los rituales pueden ser una forma muy eficaz de reducir la incertidumbre a nivel psicológico. Daniel E. Berlyne, un psicólogo británico-canadiense, decía que las profesiones en las que hay riesgos constantes de desastre, ya sea por lesiones, muerte o por perder la reputación, como la minería, la aviación o el deporte, son especialmente propensas a la superstición.

Si sumas toda la incertidumbre que tienes en un día normal, puedes dividirla en lo que puedes controlar y lo que no. Una superstición es simplemente la creencia de que ciertos eventos están causados por fuerzas que escapan a tu control. Si no crees en las supersticiones, tienes que cargar con toda la incertidumbre tú solo. Pero si crees en ellas, puedes delegar la parte que no puedes controlar a esas fuerzas invisibles.

Cuando te preocupas por algo que pasó o que va a pasar, tu cerebro intenta averiguar por qué pasó o qué puedes hacer para evitar que vuelva a pasar. Pero si te convences de que ese evento está totalmente fuera de tus manos, tu cerebro dejará de intentar influir en él. El resultado final de delegar la incertidumbre incontrolable es que dejas de prestarle atención. Así que estás menos distraído, duermes mejor por la noche y rindes más durante el día.

Y si no eres de supersticiones, los rituales pueden darte una sensación similar de control sobre lo incontrolable. Un escritor de ESPN describió un ritual de doce pasos que Rafael Nadal seguía antes de cada saque. Tenía que limpiar la línea de fondo con el pie derecho, quitarse la tierra del zapato izquierdo antes que del derecho, ajustar la camiseta del hombro izquierdo antes que del derecho, tocarse la nariz y luego el pelo del lado izquierdo de la cabeza, y luego otra vez la nariz, seguido por el lado derecho de la cabeza, y así sucesivamente. Tener una acción o una serie de acciones que haces siempre que tienes que rendir bajo presión, como al dar un discurso o una presentación, puede ayudarte a calmarte y a concentrarte. No tienes que creer que el ritual va a mejorar mágicamente tu resultado. La sensación de control viene de la consistencia de hacer siempre las mismas acciones, no de las acciones en sí mismas. Y bueno, con esto ya tenemos un poquito de luz sobre este tema de la incertidumbre.

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