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Calculating...

Bueno, bueno, bueno... Vamos a ver, vamos a hablar un poquito sobre cómo podemos ser más eficientes trabajando, ¿no? Algo que a todos nos interesa, supongo.
Resulta que en lugares donde la gente vive de una forma, digamos, más tradicional, más conectada con la naturaleza, pues parece que la mente, el cuerpo y la naturaleza van como acompasados, ¿sabes? O sea, la naturaleza decide cuándo se trabaja, el cuerpo se pone en marcha y la mente, pues, le sigue el rollo, todo en armonía.
Ahora, fíjate, tanto los pastores de Seulo como los oficinistas de cualquier ciudad moderna, pues todos estamos conectados, al final, ¿no? Pero a los que curramos en la ciudad nos cuesta muchísimo más cambiar el chip, ajustar las marchas, por decirlo así. Los pastores, por ejemplo, se levantan con una energía que da envidia, como si nada, listos para empezar el día. En cambio, nosotros, con el despertador que nos taladra, con Alexa dándonos la tabarra, con la lámpara esa que simula el amanecer y con cuatro cafés, apenas tenemos fuerzas para arrastrarnos fuera de la cama. Y una vez que terminan su trabajo, que seguro que es duro, los pastores, ¡zas!, desconectan al instante, se relajan. Nosotros, en cambio, seguimos con la mente a mil por hora todo el día y nos cuesta un montón relajarnos incluso pasada la medianoche. ¿Por qué esta diferencia, eh?
Pues, parece ser que la respuesta está en nuestra evolución. Antes, nunca teníamos que cambiar el chip mental solos, ¡ojo! Siempre contábamos con la ayuda de los ritmos que nos rodeaban.
Imagínate la mente trabajando en la cúspide de una pirámide de ritmos, ¿vale? Una pirámide con tres capas. Abajo del todo está el ritmo de la naturaleza: sale el sol, empieza la vida, se pone el sol, todo se calma. En la capa intermedia está el ritmo de nuestro cuerpo, cómo reaccionamos a ese ritmo natural: al amanecer, nuestro sistema nervioso se pone las pilas, listo para la acción; al atardecer, nos relajamos. Y arriba del todo está el ritmo de nuestra mente. Durante muchísimo tiempo, los ritmos del cuerpo marcaban el ritmo de la mente. Por ejemplo, si estábamos recolectando frutos, pues los pensamientos eran más tranquilos; si estábamos cazando, teníamos que pensar rápido para no perder a la presa. El ritmo de la capa de abajo, el de la naturaleza, va subiendo, influyendo en las capas superiores. Cambiar el chip mental se vuelve mucho más fácil si aprovechamos estas ondas, como un surfista que se deja llevar por las olas.
Y parece que los pastores de Seulo hacen precisamente eso: alinear la actividad mental con la física y ambas con la hora del día. Nosotros, los que trabajamos en la ciudad, pues, estamos nadando a contracorriente, vaya.
Así que ahora vamos a ver cómo podemos usar esta pirámide para mejorar nuestra eficiencia mental en diferentes tipos de trabajo.

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